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Corre desde el Cabo de San Antonio hasta la bahia de San Jorge al sud-oeste: desde esta bahia hasta el Cabo Blanco corre nor-oeste; desde Cabo Blanco hasta la isla de los Reyes, norte-sur; y desde la isla de los Reyes hasta el rio Gallegos corre al sur-sud-oeste, formando varias ensenadas: y ultimamente desde aquí al Cabo de las Vírgenes corre al sud-este.

Las artes pacíficas no encontraron poderosos estímulos en el carácter sombrío del soberano, y de este modo nos explicamos la melancolía que inspiraba al poeta Jorge Manrique, que vivió lo bastante para ver tan tristes días, cuando, al recordar la espléndida corte de D. Juan II, se expresa así: «¿Qué se hizo el rey Don Juan?

Dos, dos mujeres sobre la muralla animan á las gentes de Morel, que devuelven golpe por golpe y lanzan grandes piedras sobre sus enemigos. Cayó el jefe de éstos y sus soldados retroceden, huyen, todo se obscurece, nada más veo ya.... ¡Por San Jorge! exclamó el barón.

Pero nunca llegué a comprender el afán que por asistir al baile había manifestado tantos días seguidos don Cleto, que hizo toda la noche de una silla cama y del estruendo arrullo; no entiendo todavía a don Jorge cuando dice que estuvo en la función, habiéndole visto desde que entró hasta que salió en derredor de una mesa en un verdadero écarté.

Véase la noticia sobre S. Aurelio. Véase el martirio de S. Jorge, ó Georgio.

Así es cómo procedéis siempre: si yo arrojo una piedra y doy en el blanco, pensáis que hay algo mejor que hacer y tratáis de tirar otra vez más allá de la mía. Lo que he dicho iba contra la caja de yesca; no he dicho nada contra los jueces y los constables; porque han sido nombrados por el rey Jorge y le sentaría mal a un funcionario parroquial estallar en invectivas contra el soberano.

El director se cuidaba poco de él: decíase que tiraba de la oreja a Jorge en el casino, y tal vez fuese cierto: lo indudable era que las cosas casi nunca andaban bien, que más de cuatro veces faltó dinero en la caja para pagar al almacenista, y que a los profesores se les adeudaban casi siempre tres o cuatro meses de sueldo.

Queden, pues, tranquilos los anglo-americanos y los hispano-americanos, y no recelen, que ni á Jorge Washington ni á Simón Bolívar le suscite el cielo ó el destino un rival de gloria. LOS ESTADOS UNIDOS CONTRA ESPA

Jorge Federly me lo ha dicho. Pero ¿a qué viene tanta ansiedad? Como si yo no me bastara... ¡Oh, no es eso! exclamó desdeñosamente. Lo único que yo quería era darte noticias de sir Jacobo Borrodale. Ya sabes que ha conseguido una embajada, de la que tomará posesión dentro de un mes, y nos ha escrito diciendo que espera llevarte consigo. ¿Adónde va?

Los valientes caballeros que de esto se encargaron hicieron prodigios apenas creíbles. En aquel trance murieron más de cincuenta portugueses, no pocos de ilustre familia y entre ellos el mismo Jorge Brito capitán de la hueste, y los cinco músicos que siempre llevaban consigo, Porque gustaba en extremo de que le exaltasen y animasen en el combate cantando y tocando instrumentos sonoros.