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Actualizado: 2 de octubre de 2025


Pues cuanto á lo de la cerveza, observó Tristán sin inmutarse lo más mínimo, téngase en cuenta que acababa yo de llegar del trabajo en el campo y que apenas empiné el jarro ya le el fondo y sin saber cómo lo dejé en seco. Grande debió de ser mi sed.

Ansí estuvimos hasta la noche, hablando en cosas, que me preguntaba, a las cuales yo le respondí lo mejor que supe. En este tiempo metióme en la cámara donde estaba el jarro de que bebimos, y díjome: "Mozo, párate allí y verás cómo hacemos esta cama, para que la sepas hacer de aquí adelante."

Después, volviéndose hacia Ángela, le dijo con voz temblorosa aún por la cólera: Ve a abajo y trae un pedazo de borona y un jarro de agua. Ángela se apresuró a cumplir la orden. El padre fue otra vez al cuarto y colocó uno y otro en el suelo, exclamando: ¡Ahí tienes lo que has de comer y beber mientras seas tan perra!... ¡Yo te bajaré los humos!...

El chirrido de la manteca en la sartén, el cortar las torrejas, el quebrar los huevos, el batirlos, el remojar en ellos el pan, el derramar el azúcar sobre las torrejas que salen calentitas de la sartén, el verter la leche ó la miel sobre ellas, etc., etc., y el considerar que todo ello, más el jarro de vino que está guardado como una reliquia, ha de ser engullido y saboreado por los pobres labriegos que lo contemplan, les produce unas emociones tan gratas que...; en fin, no hay más que ver los semblantes de la familia del tío Jeromo, olvidado ya el suceso de la nata.

Este jugaba misas como si fuera otra cosa. Era de ver cómo se barajaban la taba: cogiéndola en el aire al que la echaba, y meciéndola en la muñeca, se la tornaban a dar. Sacaban de taba como de naipe para la fábrica de la sed, porque había siempre un jarro en medio. Vino la noche; ellos se fueron; acostámonos mi tío y yo cada uno en su cama, que ya había prevenido para un colchón.

Como existen en todo campamento, además del supremo consejo que se celebra en la tienda del General, tantos consejillos como grupos de soldados se escalonan aquí y allá, en la cantina o en campo raso, para echar una caña o tirar un par de cartas, nosotros siempre estábamos dilucidando en corros más o menos grandes la eterna cuestión de nuestro encuentro con los franceses. ¡Cuántas veces, reunidos junto a un tambor, donde había un jarro de vino, dispusimos el paso del río, el ataque del enemigo en su posición de Andújar, u otras hazañas de la misma harina!

El que fué por el vino vuelve con un enorme jarro lleno de él en una mano, y con una taza de barro blanca en la otra. Desátanse, á su vista, más y más las lenguas del corrillo; sonríense todas las fisonomías, y el rústico Ganimedes, apoyándose en la yugata de la pareja, comienza á escanciar el vino con gran pulso y mucha solemnidad.

Que durmiese; ya lo vería después: no tenía prisa. Se sentó en un banco, ante una mesa de tablas desunidas, contemplando el magnífico panorama. La mujer quiso obsequiarle... ¿Un poco de aguardiente? Pero él hizo un gesto de repugnancia. Agua, nada más que agua. Y ella sacó un jarro de la obscura tienda, que exhalaba un hedor de salazón, bebidas alcohólicas y grasa.

Había pagado a doña Laura, se había comprado ropa... ¿Pero lo demás dónde estaba? Isidora reflexionó. En perfumería había adquirido lo bastante para tres años. ¿Y de qué le servían aquellos candeleros de bronce, y el jarro de porcelana, y el cabás de cuero de Rusia?

En el centro de cada mesa depositaba el sirviente un monumento de pan ordinario, y delante de cada persona, vieja ó jóven, masculina ó femenina, un enorme jarro de peltre con su tapa adherida, lleno de cerveza, el licor nacional, no obstante la abundancia de vinos en el sur, el centro y el occidente de Alemania.

Palabra del Dia

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