Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 13 de mayo de 2025


Isidorito, aunque nada simpático, infundía general respeto por su fama de estudioso y sensato: así que la mayoría de las niñas y pollos se contentaron con ponerle en berlina por «demasiado serio», por «tener poco pelo», por «bailar muy mal», por «estudiar con exceso», por «gastar levitas muy largas», etcétera; pero al llegar a la señorita de Mory, ésta, que esperaba con impaciencia su turno, le puso en berlina con fruición nada disimulada, por «muy pesado de cabeza y ligero de estómago». Isidorito, al tener noticia de las causas por que le habían puesto en berlina, conoció con dolor de dónde partía aquella saeta envenenada, pero no tuvo ánimos para manifestarlo y prefirió guardar sobre este punto un silencio noble y prudente al mismo tiempo.

No se le puede negar mucha sabiduría y buen deseo, pero tiene la desgracia de no fijarse en nada de lo que le dicen, y por eso no da casi nunca en el clavo. ¿Quiere usted decirme, Isidorito, cómo es posible que acierte a curar un hombre que cuando el enfermo le está contando lo que padece se pone a tajar un lápiz o a tocar el tambor con los dedos? ¡Usted no sabe lo que yo he sufrido por su causa! ¡Que Dios no le tome en cuenta el mal que me ha hecho!

Doña Gertrudis, esposa del señor don Mariano de Elorza, dueño de la casa en que nos hallamos, está sentada, o por mejor decir, recostada en un sillón al lado de Isidorito. Aunque no pasaba de cuarenta y cinco años de edad, representaba casi tantos como su marido, que frisaba ya en los sesenta.

Cierto, cierto, Isidorito. Los médicos no entienden absolutamente una palabra. Si yo pudiese meter en frascos otra vez las medicinas que he tomado, podía muy bien abrir botica.

Repito que es una opinión particular y que, como tal, la expongo; pero abrigo la confianza de que será muy pronto una verdad universalmente aceptada. La verdad es, Isidorito, que a no acaba de entenderme. Anteayer pasé todo el día con un ruido en la cabeza, como si estuviese tocando dentro de ella una banda de tambores.

Se le tenía por uno de los jóvenes más formales o acaso el más formal de la villa y servía siempre de espejo a los padres de familia para afear la conducta de sus hijos calaveras: «¿No ves a Isidorito qué bien se produce en sociedad, y con qué aplomo habla sobre todas las cuestiones?» «¡Ah, si fueses como Isidorito, qué vejez tan dulce me harías pasar!» «¡Vergüenza te había de dar que Isidorito se hubiese hecho doctor hace ya cuatro años, y no hayas logrado graduarte de licenciado todavía, zopenco

¡Jesús, cuántas cosas sabe Isidorito de las pobres mujeres! exclamó la señorita de Mory en tono entre irritado y burlón.

Todos quedaron estupefactos ante aquella proposición, y la falúa prosiguió su rauda marcha, como si no la hubiese oído. Mas al cabo de un rato, Isidorito la formuló de un modo más enérgico y los marineros se vieron precisados a contestar que, aunque no imposible, el tocar en tierra otra vez les haría perder una hora de tiempo. Pasó otro rato.

Isidorito había amado a la señorita de Morí desde que tuvo conocimiento de lo que eran dotes y bienes parafernales, asombrando después por su fidelidad a toda la villa. Aquella pasión había hecho presa de tal suerte en su alma, que jamás se le vio cruzar la palabra ni dirigir una mirada incendiaria a otra mujer que no fuese la citada señorita.

No puedo comer, no puedo dormir, no puedo sosegar en ninguna parte. Juzgo que debiera usted permanecer en la cama. Es peor, Isidorito, es peor. En la cama no puedo prender los ojos. Empiezo a dar vueltas como un molinillo y llega a producirme fiebre. Estoy mucho más enferma de lo que se cree. Ya se verá cómo esto tiene mal fin.

Palabra del Dia

commiserit

Otros Mirando