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Actualizado: 2 de julio de 2025
Esta intimidad tiene sus inconvenientes y no faltan hombres que después de estar en cinta su novia la dejan burlada. Los padres saben estos casos, pero todo lo vence la codicia. Es verdad que una mujer á quien ha sucedido esto no pierde tanto como en España, ni le suele faltar pretendiente. Entre la gente rica se acostumbra á dotar á la mujer por quien ha de ser su marido.
Menos a Pepe el jardinero y a César el portero... ¿Has hecho el equipaje? No; tengo tiempo esta tarde y mañana. ¿Y las visitas? Realmente, don Mariano, las únicas personas que trato con intimidad aquí son ustedes... Con otras tres o cuatro visitas he concluido.
Y comenzó una de aquellas revistas de equipaje que entusiasmaba a Rafael; una exhibición de recuerdos de su vida artística que al joven le parecían nuevos avances en su intimidad con Leonora.
Desde la noche que subió a casa de Tónica, fue estrechando su intimidad con las dos mujeres.
Y ahora, sobrina, óyeme bien. Aun no conoces al señor de Le Maltour, para formar opinión de él, y quiero absolutamente que le trates con intimidad antes de que des una contestación definitiva. Voy a escribirle a la señora de Le Maltour, que la resolución depende de ti, y que autorizo a su hijo a que se presente en el Pavol cuando le plazca. Muy bien, mi tío, haced lo que queráis.
¡Y en este matadero de la investigación había desaparecido su Feli!... ¡Allí se había disuelto su cuerpo, sin que bajasen a la tierra más que restos informes y despedazados en el fondo de una espuerta!... ¡Feli! ¡Feli!... Repetía su nombre, recordando los mil detalles de su amorosa intimidad.
Las vi con la imaginación mientras escuchaba al doctor yendo de sala en sala como apariciones de salud que esparcían en torno la dulce alegría de vivir. Con los oficiales se mostraban algo recelosas. Eran hombres de su mundo, y tal vez por esto los juzgaban temibles, no pasando en su intimidad más allá de una solicitud natural y grave.
He deducido en ellos este hecho singular: yo no era para usted más que un accesorio de la decoración de sus fiestas. Jamás me dijo: «usted será mi amiga, mi compañera amante y fiel; ¡qué placer tendré en gozar a su lado de la paz del hogar y del encanto de la intimidad!» »No me equivoco, ¿verdad? afirmando que jamás ideas tan mundanas fueron formuladas por usted.
Si los asuntos se arreglaban, sería muy feliz casándose con María Teresa; si por el contrario el derrumbe se verificaba, sabría substraerse por medio de alguna última habilidad. Siempre le quedaría el placer de haber sido admitido en la intimidad de aquella joven distinguida, porque era realmente encantadora, ¡tan fina, tan linda!
Pero no importa, me parece divino que hablemos encerrados los dos en la reminiscencia de esa intimidad antigua. Un brillo de febril alegría animó en un relámpago los ojos de Laura. ¿Acaso ya no somos los mismos? Yo sí, Julio. No hablemos con enigmas. Usted cree, Laura, que mi amor por Adriana... ¿Su amor por Adriana? ¡Ah! Usted anda despistado.
Palabra del Dia
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