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Actualizado: 10 de junio de 2025
¿Si será cierto que la india podrá llegar al paroxismo del amor, á la idealidad del querer, á la poética fusión de dos almas, á parodiar á Julieta, á sacrificar su vida, á morir en fin, de amor? Muere también dijo Quico, interrumpiendo mi crescendo. ¡Que muere has dicho! Muere, señor contestó aquel con esa gravedad cómica del indio.
Pasaron la tarde hablando de los países que llevaban visitados, de las gentes de «la carrera» que habían conocido, interrumpiendo estos recuerdos para reír a dúo de los que pasaban por el comedor y comunicarse sus maledicencias.
En esta cuestión estaban, cuando llamó a la puerta don Braulio, y entró luego en el cuarto, interrumpiendo a las dos hermanas. El hombre era según se le habían descrito al Conde de Alhedín: flaco, calvo, pequeño de cuerpo, nada bonito; y, aunque sólo tenía cuarenta y cinco años, parecía tener diez más, porque el trabajo, los cuidados y los disgustos le habían envejecido.
Entró el enemigo; y aunque venía de paz y don Pompeyo se había propuesto ser muy prudente, en cuanto doña Petronila abrió el pico, el ateo extendió una mano y dijo interrumpiendo: Dispénseme usted, señora, y dispense este digno sacerdote católico... vienen ustedes equivocados; aquí no se admiten limosnas condicionales.... ¿Cómo condicionales?... preguntó don Custodio, con muy buenos modos.
Interrumpiendo un silencio de algunos minutos dijo el Magistral con una voz que se parecía a la del gato blanco: No puede usted imaginar, amiguita mía, cuánto le agradezco esta resolución....
Maltrana se exaltaba con sus propias palabras, y conmovido al recordar lo que debía a su compañera, inclinaba la cabeza, interrumpiendo su voz con el estertor del llanto. La vieja, viendo llorar al nieto, lloraba también, restregándose los ojos con la punta del delantal. Tienes razón gemía . Hay que hacer algo por ella. Así deben ser los hombres. Bien se ve que la quieres.
Ya pareció aquello dijo Salvador interrumpiendo con su risa el grave exordio de su amigo . En eso habíamos de parar. Cállate, no juzgues lo que no conoces todavía.... Una sociedad secreta que se llamará La Isabelina o de los Isabelinos.
Este es mi testamento y aquí está el acta de mis últimas voluntades. El paquete no está cerrado, puede usted leerlo. ¡Efectivamente! Y leyó: «Este es mi testamento y el acta de mis últimas voluntades. »En la víspera de dejar voluntariamente una vida que el abandono del señor conde de Villanera me ha hecho odiosa...» ¡Desgraciada! dijo el doctor interrumpiendo la lectura. Es la verdad pura.
Es verdad exclamé yo interrumpiendo a Adela , se llamaba Mario Evrard. Ese era su nombre de guerra contestó Adela. Sí continué yo , me acuerdo como si fuese ahora. El general, rodeado de enemigos, estaba a punto de sucumbir; su caballo yacía muerto a sus pies, y él mismo, gravemente herido, no oponía ya resistencia alguna.
Aquel organismo de combate exhalaba un olor de carne limpia y brava mezclado con fuertes perfumes de mujer. Garabato, con un brazo lleno de algodones y blancos vendajes, se arrodilló a los pies del maestro. Lo mismo que los antiguos gladiadores dijo el doctor Ruiz, interrumpiendo su conversación con el bilbaíno . Estás hecho un romano, Juan.
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