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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Al llegar al muelle vi a mi madre y a Mary, que me esperaban. Las dos me abrazaron llorando. Ahora, abrazaos vosotras les dije yo. Y mi madre estrechó a Mary contra su pecho y la besó varias veces efusivamente. El juez me interrogó por si sospechaba quién podía ser el secuestrador, pero yo declaré que no tenía ningún indicio.
¿Sola? la interrogó entonces el confidente, con fogosa vehemencia. Y a esta pregunta no pudo responder Luz de pronto, porque le dejó sin ánimos para ello una sensación que hubiera creído de miedo, a no parecerle tan agradable. Sola..., sola no llegó a decir, bajando los hermosos ojos y con las mejillas muy sonrosadas : con él. Y de aquí no pasó ya la pobre chica.
Los tres, muy apurados, descendieron del terrado, corrieron al castillo y llegaron en el momento en que el carruaje se detenía ante el portón. Y bien, ¿qué hay? preguntó madama de Lavardens. ¡Qué hay! respondió M. de Larnac, que no tenemos nada. ¿Cómo nada? interrogó la Marquesa bastante pálida y visiblemente conmovida. Nada, nada, absolutamente nada, ni unos ni otros.
Sí, señor, sí respondió la señorita Margarita, riendo siempre con la implacable tranquilidad de una mujer; ¡es un triunfo, un magnífico triunfo! ¡Sea enhorabuena! Cuando recobró un poco su seriedad, me interrogó sobre los medios de recobrar la zozobrada barca, que entre paréntesis, es la mejor de nuestra flotilla.
¿Y el marqués de Pierrepont está siempre en Malta? preguntó miss Nicholson. No, ahora creo que está, en Gythere. ¿En Gythere? Sí, al menos yo lo he visto anoche en el teatro con una ella que tenía el tipo de aquel país. Pero, ¿es un calavera? interrogó otra vez miss Nicholson poniéndose colorada. No... está de mal humor... ¡aburrido! respondió Mariana.
Llegaremos a Venta de Baños pronunció volviendo la hoja del Indicador mucho más tarde de lo que se acostumbra. Y en Venta de Baños... interrogó Lucía. Podemos cenar... si nos dan tiempo. En circunstancias ordinarias, no sólo se cena, sino que hasta se descansa un rato, esperando el otro tren, el expreso, el que ha de llevarnos a Francia. ¡A Francia!
Sin embargo, Raúl, no podemos tardar más. Mi dignidad y la tuya no sería lo único que sufriría... Hay que hablar a tu madre, es preciso... Sorprendido por aquella vehemencia que contrastaba con su apariencia débil y delicada, Raúl la interrogó con la mirada. Confusa y ruborizada, Juana se acercó más estrechamente a su marido y pronunció muy bajito unas palabras.
Quiero que un día, estando yo a su lado, no contemple más las puestas de sol. María Teresa se levantó riendo, con risa forzada; las frases de Huberto empezaban a molestarla; juzgó prudente interrumpirlas. Viendo a la joven de pie, Martholl quiso tomarle la mano, pero ella la retiró bruscamente. ¿No me permite subir con usted a la terraza? interrogó él.
De vuelta a casa y ya en el tren, me interrogó mi tío. Y bien, Reina, en resumidas cuentas, ¿cuál es tu impresión sobre el monte San Miguel? Que allí, será muy fácil morir de miedo, y enfermar de reumatismo. En el trayecto de la estación de V * al Pavol, reflexionaba yo, en la poca duración de las cosas de la tierra.
Beatriz se sentó en su mesa de escribir y trazó a vuela pluma estas breves líneas: «Al marqués de Pierrepont. «Todo lo que Elisa te pida, te lo pido yo también de rodillas.» Al día siguiente aquél, por indicación de la señora de Aymaret, presentóse en casa de ésta. La vizcondesa presentóle la carta en seguida. ¿De qué se trata? interrogó Pedro con gravedad después de haber leído.
Palabra del Dia
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