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Actualizado: 17 de mayo de 2025
El P. Jacinto se paró á reflexionar entonces, al verse tan directamente interrogado, y casi se arrepintió de haber venido á tratar del asunto de la boda de Clarita, dejándose llevar de un celo impaciente, sin ponerse antes de acuerdo con el Comendador, según habían concertado; pero el padre Jacinto no era hombre que cejaba una vez dado el primer paso, y después de un instante de vacilación, que no dejó percibir á ojos tan linces como los de su interlocutora, dijo de esta manera: Allá voy, hija; ten calma que todo se andará.
Extendí la vista y le vi tras el respaldo del monumental sillón de doña María, muy enfrascado en estrecha plática con Asunción, que sin duda le estaba convenciendo de la superioridad del catolicismo con respecto al protestantismo. A cada paso apartaba él los ojos de su interlocutora para mirar a Inés. Bien decía el tunante observé para mí que se valía de las discretas amigas.
Lo conocí en una mirada de extrañeza con que respondió mi linda interlocutora a una indirecta mía en que se clareaban demasiado mis intenciones. Me impuso aquella serenidad que me pareció protesta contra un mal entendido derecho de preguntar «ciertas cosas» por muy evidentes que fueran.
Volvió hacia su interlocutora, cuya delgada silueta se recortaba sobre el rojizo cielo de poniente, y murmuró: ¿Qué quiere usted decir? No se haga usted el ignorante, ya me entiende usted... Cuando vino Simón al mundo, fue para todos una gran sorpresa y más que nadie se sorprendió el Príncipe... Usted, usted solamente estaba en el verdadero secreto...
No tardamos en recorrer como camaradas, los teatros y las galerías más célebres del continente, y nuestra conversación, cuando dejamos la mesa, era tan animada, que mi interlocutora para no romper su curso, tomó mi brazo, sin pensarlo.
Y piensa usted como un sabio añadió Leticia y, además, como un valiente; porque valor se necesita para seguir pensando bien entre gentes que piensan y obran tan mal. Y de todo lo restante que se refiere de la marquesa dijo el impresionable mozo, más impaciente por llegar a donde deseaba cuanto más llano le ponía el camino su amable interlocutora , ¿puede presumirse también...?
Hablando Leto con Nieves de éstas y otras cosas parecidas, con entero descuido, porque la marcha igual y monótona del barco no le exigía gran atención, muy a menudo la llevaba puesta, más que en las palabras que dirigía a su linda interlocutora, en el batallar de los pensamientos que le infundía la presencia de aquella criatura, confiada a su pericia y a su lealtad en aquel chinarrito del mundo, entre el cielo y la mar, en medio de la augusta quietud de la Naturaleza.
D. Martín estaba malhumorado y disputaba a cada jugada. D.ª Eloisa hablaba tranquilamente del caso. Ninguno, por estupendo que fuese, conseguía alterar el sistema nervioso de la buena señora. Su interlocutora D.ª Serafina seguía dirigiendo frecuentes miraditas y sonrisas a su capellán; pero éste se había puesto repentinamente serio, cejijunto.
Sin dar tiempo a que don Santiago apuntara las corteses rectificaciones que ya la sagaz interlocutora le había leído entre los labios, continuó así, tras una breve pausa: Por si llegara ese caso, repito, de un momento a otro, deseo y necesito saber, señor don Santiago, qué condiciones impone usted para un anticipo a las personas de reconocida responsabilidad, como yo; responsabilidad, se entiende, en inmuebles, como ustedes dicen también, y de cuya existencia, libre y desempeñada, se puede certificar cuando sea necesario.
Gracias por la comparación, amable primita; y ¡adiós para siempre! ¡La del humo! respondió Rita sin volver la cara. Rafael se levantó furioso. ¿Qué tenéis, Rafael? le preguntó en tono lánguido una joven, al pasar delante de ella. Esta nueva interlocutora acababa de llegar de Madrid, adonde un pleito de consideración había exigido la presencia de su padre.
Palabra del Dia
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