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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Perla lo veía todo, lo contemplaba todo intensamente, pero jamás trató de trabar conocimiento con ninguno de los niños. Si le hablaban, no respondía.
La tierra es intensamente roja; el cielo aparece diáfano entre el boscaje de las copas. Azorín y el clérigo pasean despacio. Casi no hablan. Todo está en silencio. A ratos llega el traqueteo de un carro, o se perciben los gritos de los muchachos que juegan a lo lejos. Y así en este paseo va llegando el crepúsculo.
Tenía la inocente vanidad de que se le creyese un perezoso, y, en realidad, trabajaba intensamente, sin darle importancia, en un rincón de cualquier cafetín solitario, dando tregua a sus lecturas profundas y eruditas. Dedicó la mayor parte de sus horas a crearse una vida fantástica y únicamente interior, que para él tenía una absoluta realidad, como aquel M. Joyeuse, de Daudet.
No: ¡yo!... ¡yo! Era la duquesa; ya no tenía por qué fingir indiferencia. Aquel dinero era suyo. Se había transfigurado al salir de su mutismo expectante; sus ojos brillaban con un resplandor triunfal; tenía la frente sudorosa; le latían las mejillas, intensamente pálidas.
Se puso el menos viejo de sus ponchos, de color de mostaza, y un sombrero enorme, por debajo de cuyos bordes se escapaba una melena lacia é intensamente negra, uniéndose á sus barbas de Nazareno. La silla de montar tenía á ambos lados unas alas fuertes de correa, llamadas «guardamontes», para librar las piernas del jinete de los arañazos y golpes de los matorrales.
Magdalena se había desplomado en su butaca, quedando inmóvil e intensamente pálida. ¡Oh! ¡hija mía! gritó Avrigny, demudándose como ella. ¡Ah! ¡Tú le das la muerte, Amaury! Y alzándola en sus brazos la llevó al aposento contiguo. Amaury siguió al doctor. ¡No entres! dijo éste deteniéndole en el umbral de la puerta. Magdalena necesita asistencia. ¿Acaso no soy médico?
Y ellos salen a la huerta y se sientan en sus piedras blancas. Va anocheciendo. El pueblo luce intensamente dorado por los resplandores del ocaso; las palmeras y los cipreses de los huertos se recortan sobre el azul pálido; la luna resalta blanca. Y un viejo levanta la cabeza y dice: La luna está en creciente. El día 17 observa otro será la luna llena.
Una jornada tan breve te llevará de un mundo, donde has sido tan intensamente desgraciado, á otro en que aun pudieras ser feliz. ¿No hay acaso en toda esta selva sin límites un lugar donde tu corazón pueda estar oculto á las miradas de Rogerio Chillingworth? Sí, Ester; pero solo debajo de las hojas caídas replicó el ministro con una triste sonrisa.
Miró intensamente á Ricardo, que bajaba los ojos, no sabiendo qué decir, y añadió con expresión pensativa: Crea usted que un hombre joven y enérgico hubiera ido muy lejos teniendo á su lado una mujer como yo. Sorprendido Watson por estas palabras, levantó su mirada, pero volvió á fijarla en sus pies, cual si temiera seguir viendo los ojos de ella.
Mi deseo recuerda tu hermosura, y aumento intensamente mi amargura con el opio sutil de su recuerdo. Porque finges un férvido entusiasmo durante la epilepsia de tu espasmo; porque al hacerte desear, deseas; porque vibran caricias redentoras en tus humildes manos pecadoras, ¡bendita seas, mujer! ¡Bendita seas! Me has herido a traición.
Palabra del Dia
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