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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Se hizo el silencio en torno a aquella voz armoniosa que ejercía un milagroso imperio en la familia, y Carmen, bajo la protección de aquel influjo bienhechor, se apresuró a obedecer. Salieron a la huerta por la puerta vidriera del pasillo. La miraba el marino intensamente, con una delicia manifiesta; ella sentía una turbación extraña.

Remedios, con la cabeza inclinada sobre su bordado, enrojecía intensamente cada vez que Rafael alababa su obra o la decía que era la muchacha más bonita de Alcira.

A la una de la mañana la ligera indigestión había desaparecido, y como pasa fatalmente con todos los matrimonios jóvenes que se han amado intensamente, una vez siquiera, la reconciliación llegó, tanto más efusiva cuanto hiriente fueron los agravios. Amaneció un espléndido día, y mientras Berta se levantaba, escupió sangre. Las emociones y mala noche pasada tenían, sin duda, su gran culpa.

Una gran multitud empujaba las ruedas, y pocos momentos faltaban para que los cañones alcanzasen lo alto de la meseta. Aquello fue como un rayo sobre la cabeza de Juan Claudio; se puso intensamente pálido, y le acometió un acceso de furor indescriptible contra Divès.

Su mirada fija, abstraída, profunda, como vuelta hacia adentro, hacia su alma, o como lanzada sin objeto a la inmensidad, al infinito, mirada que no veía, dilatada, lúcida, brillante, llena de vida, pero de una vida que espantaba, dejaba comprender la desesperación profunda, pero resignada, paciente, intensamente dolorosa de un alma desolada.

Aquella mujer era de elevada estatura, perfectamente formada y esbelta. Sus cabellos eran abundantes y casi negros, y tan lustrosos que reverberaban los rayos del sol: su rostro, además de ser bello por la regularidad de sus facciones y la suavidad del color, tenía toda la fuerza de expresión que comunican cejas bien marcadas y ojos intensamente negros.

Luisa parecía más muerta que viva. Sobre todo dijo Juan Claudio dirigiéndose a Catalina , que nadie salga; ¡que nadie se acerque a las ventanas! Y acto continuo salió al pasadizo. Cuantos presenciaron la anterior escena palidecieron intensamente.

¡Qué es eso? exclamó con asombro Lorenzo, poniéndose de pie. ¿Has oído? dijo en el mismo tono Ricardo y casi al mismo tiempo dirigiéndose a Melchor, que intensamente pálido contestó, levantándose con violencia: ¡!... ¡es a !... ¿qué habrá?...

Luego añadió, como si recordase algo de escasa importancia: Esta noche ya no «trabaja» su nieto.... ¡Se acabó! Todo es nuevo. Pero la representación vale la pena. ¿Qué?... La vieja había apoyado la espalda en el muro, intensamente pálida, con los ojos desmesuradamente abiertos. El empleado fué dando explicaciones para contestar á su exclamación angustiosa.

Y cuando un soplo de brisa arrastra alguna hoja muerta, la viuda ideal la sigue intensamente, quizá comprendiendo que la aproximación del otoño tiene para ciertas almas un melancólico valor emblemático. Mas luego, entre otros que ocultan el secreto de su fracaso, arriba la carátula ridícula y triste de un viejo farandulero.

Palabra del Dia

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