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Actualizado: 23 de julio de 2025
¡Sí te consta, y si no lo confiesas es porque eres un traidor como él! exclamó con furiosa exaltación. ¡Tristán! dijo García levantándose. ¡Un traidor peor que él, porque él no me debe nada y tú si! gritó aún con mayor exaltación agarrándose con manos crispadas a la mesa para alzarse. Me estás insultando sin motivo y en tu propia casa profirió el pobre joven pálido ya como la cera.
Parándose ante Isidora, exclamó con palabra torpe y muy conmovida: «Señora, nunca hubiera creído esto en una persona como usted. ¡Yo! murmuró Isidora, llena de espanto. ¡Sí! dijo el otro alzando la voz , usted me está insultando; usted me está insultando». El disparatado juicio, la voz alterada del viejo, su agitación creciente, fueron un rayo de luz para Isidora.
El médico del pueblo, único que se burlaba de brujas, bebedizos y de la credulidad de la gente, hablaba de separarles como único remedio. Pero los dos siguieron unidos; él cada vez más decaído y miserable; ella engordando, rozagante y soberbia, insultando a la murmuración con sus aires de soberana.
Eso no lo hace ningún hombre que tenga vergüenza, ¿sabe usted? El carpintero empalideció á su vez. ¡Voto á Dios! ¿Me estás insultando? Sí, señor, lo repito gritó aún más sofocado el novio. ¡Es usted un sin vergüenza! ¡un canalla!
El capitán Pablo había pasado medio año sin escribir a su amigo, pero ocupándose todos los días de sus asuntos. Había peleado con los más feroces usureros de la isla, insultando a unos, venciendo a otros en astucia, valiéndose de la persuasión o de la bravata, avanzando dineros para satisfacer los créditos más urgentes, cuyos tenedores amenazaban con el embargo y la venta.
A Miguel se le figuró que su tío le estaba insultando, por lo que, aprovechando una de sus vueltas, le hizo algunas muecas despreciativas, y, no satisfecho con esto, a otra vuelta una seña harto más grosera que le había enseñado el lacayo, y que a poder verla hubiera dejado absorto al respetable caballero.
Pero Gallardo y don José, que fumaban al otro lado de la mesa, con la copa de coñac al alcance de la mano, tenían ganas de hacer hablar al Nacional para reírse de sus ideas, y le azuzaban insultando a don Joselito: un embustero que trastornaba a los ignorantes como él.
EL MARINO. Y en medio de ellos el gitano que se debatía blasfemando e insultando a todos los santos del Cielo y al señor gobernador. LA MULTITUD. ¡Jesús, qué horror! ¿y cómo os librasteis del monstruo? EL MARINO. Afortunadamente el capitán tenía una botella de agua bendita por el arzobispo de Toledo, y como el infernal buque estaba muy cerca, se la echamos a bordo.
El fuego del Real Carlos se pasó al San Hermenegildo, y entonces... ¡Virgen del Carmen, la que se armó! ¡A las lanchas!, gritaron muchos. El fuego estaba ya ras con ras con la Santa Bárbara, y esta señora no se anda con bromas... Nosotros jurábamos, gritábamos insultando a Dios, a la Virgen y a todos los santos, porque así parece que se desahoga uno cuando está lleno de coraje hasta la escotilla.
Yo soy el descalabrado y tú te apresuras a ponerte la venda. ¿Qué estás diciendo ahí? replicó ella algo confusa . Me voy porque tengo que hacer una visita antes de comer. Vamos, Clementina, aunque quieras no puedes disimular.... Debes comprender que no se pueden escuchar con risa los insultos ... y tú me estás insultando a cada momento. Te digo que no te comprendo.
Palabra del Dia
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