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Actualizado: 27 de octubre de 2025
El drama, que dispone de medios infinitamente más variados de penetrar en la comprehensión de lo sobrenatural, y de expresar su esencia y todas sus relaciones, ¿ha de excluir por completo de sus dominios tales formas? ¿Por qué no ha de serle lícito infundir en lo inanimado la vida y la palabra? ¿Acaso las luchas, que se suscitan en lo más íntimo del alma humana, no pueden jamás adquirir vida y apariencia corporal, aprovechándolas para dar más vigor á lo patético de la tragedia? ¿No ha de concederse que la personificación de los caprichos pasajeros del espíritu humano puede producir efecto cómico?
No. ¿Mandaba ella a Quintanar que le trajese? No. Pues bastaba. Obrar de otro modo hubiera sido alarmar al esposo sin motivo, infundir sospechas sin fundamento, tal vez robar a don Víctor para siempre la paz del alma. Lo mejor era callar, estar alerta, y... gozar la tibia llama de la pasión de soslayo; que con ser poco tal calor era la más viva hoguera a que ella se había arrimado en su vida».
El pertenecía a esta legión de desgraciados, cuyas quejas no encontraban eco, que imploraban el pan con el rubor y la timidez de su levita raída, que hacían reír con lo grotesco de su miseria, sin infundir miedo como los obreros manuales.
Antes de la mitad del viaje, el Nacional, con sus veinticinco años de fidelidad casera, excusaba las debilidades del matador, explicándose sus entusiasmos. ¡El que se viera en el propio caso, y haría lo mismo!... ¡La instrucción!... Una gran cosa, capaz de infundir respetabilidad hasta a los mayores pecados.
Pues bien; si la coquetería es sin malicia, si el afán de agradar y el esfuerzo hecho para conseguirlo no traspasan ciertos límites, y si el fin que se propone una mujer agradando no va más allá del puro deleite de infundir cordial afecto y gratitud, digo que apruebo la coquetería. Doña Blanca y el P. Jacinto se tenían mutuamente miedo.
Salomé estaba amarilla y jadeante de rencor, envidia y ansiedad. Sus labios, entreabiertos, mostraban los blancos y finísimos dientes, como si quisiera infundir miedo á su rival con aquella arma.
Es uno de ellos el de adivinar los pensamientos ajenos, y es otro el de sugestionar o infundir los pensamientos propios en las ajenas mentes sin valerme del auxilio de la palabra y del intermedio de los sentidos corporales. Os he escuchado y os he hablado por costumbre y rutina y para no faltar al uso corriente, pero sin hablar entiendo y me hago entender y así continuaremos nuestra conversación.
Yo estoy segura de ello: tú has dado flechazo a D. Jaime. Dar flechazo tiene tan indeterminada significación que no sé qué responderte. Pero desde esto a infundir un verdadero cariño, hay mil leguas de distancia, y ni me alucino, ni deseo siquiera que D. Jaime haya andado ni ande esas mil leguas en cuarenta y ocho horas, que hace sólo desde que me conoce y trata.
Y Martín, con sus palabras, llegó a infundir ánimo en su mujer, acarició al niño, que le miraba sonriendo desde el regazo de su madre, abrazó a ésta y, montando a caballo, desapareció por el camino de Elizondo. Martín llegó al alto de Maya al amanecer, subió un poco por la carretera y vió que venía la tropa. Se reunió con Briones y ambos se pusieron a la cabeza de la columna.
Cuando Pepe dejaba de ir a ver a Paz, por miedo a infundir sospechas o parecer pegajoso a don Luis, entraba Pateta en funciones de correo: ya sabía ella que cada tercer día de ausencia el chico rondaba al oscurecer los alrededores del hôtel y, espiando momento oportuno, metía el brazo por la verja y dejaba la carta bajo los ladrillos levantados del horno, situado junto al invernadero.
Palabra del Dia
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