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Actualizado: 19 de junio de 2025
La prisionera, como si adivinase esta indignación pública, empezó á considerar inmediata su muerte, perdiendo poco á poco el amor á la existencia, que le hacía prorrumpir en mentiras y delirantes protestas. En vano el maître fingía esperanzas en el indulto.
Todos se acogieron al asilo del templo, en donde con muchas lágrimas y señales de arrepentimiento, imploraban el perdon de sus vidas y el indulto de sus casas y haciendas, para que no fuesen entregadas á las llamas, como merecian.
Como premio por sus atropellos en las elecciones, le había prometido el indulto, y Bolsón, que se sentía viejo y ansiaba vivir tranquilo como un labrador honrado, obedecía al señor todopoderoso, creyendo en su rudeza que cada barbaridad, cada crimen, aceleraba su perdón.
Para evitar estos daños y molestias, el dean D. Fernando y el cabildo hicieron un Estatuto, determinando que el beneficiado que hubiese gozado pacíficamente su prebenda por un año, pudiese ir á Roma ó á cualquiera otra parte á seguir su derecho, teniéndole por presente mientras durase el litigio; pero que si constase que alguno habia cooperado maliciosamente en la impetra por gozar de este indulto, le perdiese con el duplo de lo que habia de percibir, y fuese multado á juicio del cabildo.
Hostigado de los clamores de los vecinos, que deseaban poner á salvo sus vidas y haciendas, se vió precisado á buscar un seguro asilo, á 12 leguas de distancia de aquella villa, y esperar con menos sobresalto el socorro que tenia pedido, acompañado solamente de los pocos que estuvieron enteramente determinados á seguirle, quitando por este medio la ocasion de que aquellas provincias intentasen tal vez redimir sus intereses del indulto que recelaban, con el atentado de arrestar su persona, para entregarla despues al caudillo de la rebelion, como lo solicitaba.
¡Ah! dijo el bufón cambiando de aspecto de una manera singular : vos, padre Aliaga, sois un santo y llegaréis á mártir, y tú, hermano Felipe, aunque eres tonto, no eres malo. Dios os lo pague á los dos: á ti, por tu indulto, hermano rey, y á vos, por vuestra absolución, padre Aliaga. Hubo un momento de silencio. El tío Manolillo se había levantado y llenaba lentamente de vino una copa.
La severidad del rector se deshizo entonces en una alegre carcajada, y una gritería inmensa acogió la proclamación del indulto, mientras las gorras subían por lo alto en alas del entusiasmo, y los reos perdonados y el intercesor generoso eran llevados en triunfo con cariñosa fraternidad.
Murió: murió entre mis brazos loca, desgarrándome el alma al morir, porque yo la amaba, la amaba con toda mi alma y continúo amándola en su hija. Ahora bien; ¿créeis que yo pequé? ¿qué cometí un delito matando al infame asesino de Margarita? ¡No! ¡no! dijeron al mismo tiempo el rey y el padre Aliaga. Yo te indulto de esa muerte, Manuel dijo el rey ; yo Felipe de Austria, rey de las Españas.
En el curso de ella, á ruegos de Don Mendo y con su apoyo, solicita el viejo Lope el indulto de su hijo. Este vuelve á la casa paterna, y el amor enlaza pronto su corazón con el de Violante; pero la índole aviesa del joven Lope no se refrena por esto, sino, al contrario, se manifiesta sin tardanza tal cual es, en pendencias y en todo linaje de excesos.
No haya perdón, dijo, ni aun para las casas que han servido de asilo al delincuente; casas, hombres, mugeres, ancianos, niños, todo pereció por el fuego ó por la espada. Cansado ya de destruir, pregonó al cuarto dia un indulto: ¡oh! la sangre hierve en las venas al considerar tan grande ultraje. ¡Un indulto despues de cuatro dias de saqueo y de esterminio! ¡y qué indulto!
Palabra del Dia
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