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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Las necesidades de la vida turbaban su amoroso aislamiento, haciéndoles salir de aquella inconsciencia de pájaros errantes que por primera vez construían nido. Isidro tomó el sombrero para bajar a la calle y hacer sus compras. Adiós, niña... Rica, adiós: vuelvo en seguida. Se despedían entre fuertes abrazos.
Tú sólo has visto aquello como viajero; además, conoces poco el idioma. No sabes lo que es la vida allá. ¡Si la conocieras!... ¡Si accedieses a venir conmigo! Y en la inconsciencia de su entusiasmo, sin darse cuenta de la penosa impresión que causaba en Ojeda, empezó a hablarle de sus aventuras.
Ignoraba si su fin había sido instantáneo, fulminante, saliendo del mundo con una sonrisa de inconsciencia, ó si había pasado largas horas de suplicio abandonado en el campo, retorciéndose como un reptil, rodando por los círculos de un dolor infernal antes de sumirse en la nada.
La cruel incertidumbre del viejo encontró interminables los momentos que tardó el oficial en volver á su lado. Su Excelencia es muy bueno dijo . Podía fusilarle, pero le perdona. ¡Y aún dicen ustedes que somos unos salvajes!... Con la inconsciencia de su menosprecio, explicó que lo había traído hasta allí convencido de que le fusilarían.
¿Qué te importa de él? ¿Le debes gratitud por el ser que fortuitamente te dió, en la inconsciencia de su brutalidad?... ¿Acaso podemos considerarnos padres siempre que afrentamos a una mujer? Quisiera, sin embargo, saber su nombre. Don Manuel guardó silencio. Saber añadió el mozo su clase social.
Gallardo, luego de poner un duro en su seca mano, pugnaba por huir de esta charla, que comenzaba a temblar con estremecimientos de llanto. ¡Maldita bruja! ¡Venir a recordarle en día de corrida al pobre Lechuguero, camarada de los primeros años, al que había visto morir casi instantáneamente de una cornada en el corazón en la plaza de Lebrija, cuando los dos toreaban como novilleros! ¡Vieja de peor sombra!... La empujó, y ella, pasando del enternecimiento a la alegría con una inconsciencia de pájaro, prorrumpió en requiebros entusiastas a los mozos valientes, a los buenos toreros que se llevan el dinero de los públicos y el corazón de las hembras.
El enlutado pajecillo miraba con la inconsciencia de una edad en que se oye hablar de la muerte sin saber lo que es. Aquel soldado lo conocía él: era su padre; lo había visto llegar á su casa vestido así. ¿Por qué no volvía?... ¡Papá...papá!... murmuró, tendiendo sus manecitas hacia la visión.
Su conversación giró al poco rato sobre el dinero y la nueva vida que les esperaba allá. ¿Qué pensaba hacer Concha al desembarcar? ¿Tenía algún amigo en aquella tierra?... Pero la muchacha rio con una inconsciencia valerosa. Nadie la esperaba, ni ella necesitaba apoyo alguno. Entraría en Buenos Aires como en su casa; lo mismo que si hubiese nacido allí.
En vano intentó el príncipe hablar otra vez. Por esto huyo de ti; por eso no he contestado tus cartas. Tú no tienes la culpa; pero eres el remordimiento, y tu presencia resucita mi crimen... Además, me conozco; no soy mas que una pobre mujer, como quien dice la debilidad, la inconsciencia, el olvido.
Vibró dolorosamente su cuerpo de pies a cabeza, próximo a estallar; le zumbó el cráneo cual si reventase; una mortal angustia contrajo su pecho... y cayó en un vacío lóbrego e interminable, con la inconsciencia del no ser.
Palabra del Dia
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