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Actualizado: 10 de mayo de 2025
El pequeño Telémaco pudo entretenerse rompiendo las viejas coronas del trovador, arrancando estampas á los volúmenes, con la inconsciencia de un niño fogoso que tiene á su padre muy lejos y vive sometido á dos señoras que le adoran. Además, el poeta dejó á su ahijado una casa vieja en Valencia, varias tierras y cierta cantidad en valores cotizables. Total: treinta mil duros.
Siguió tirando de aquella mano, y fue condensándose la vaguedad del rostro, hasta reconocer a Pablo Valls inclinado sobre él, moviendo los labios como si murmurase palabras cariñosas que no podía oír. «¡Otra vez!... ¡Siempre el capitán apareciendo en sus delirios!» Sumióse de nuevo el enfermo en su inconsciencia después de esta rápida visión. Ahora su sopor era más tranquilo.
Experimentaba el asombro del ebrio que recobra la razón entre los objetos rotos por su feroz inconsciencia. Recordó las palabras de Castro y del médico; ¿cómo no había visto él que este duelo era un disparate? El arrepentimiento cosquilleó en sus ojos con una sensación húmeda; pero ya era tarde. Debía continuar, aunque le faltase la serenidad.
Los que a la caída de la tarde parecían reanimarse con la brisa y se estiraban impulsivamente, lo mismo que fieras carnívoras que despiertan, quedábanse ahora hundidos en los sillones del fumadero con la inconsciencia ciencia de la boa enrollada, siguiendo vagamente las espirales de humo del cigarro.
Me quedé anonadado; sin más consuelo que aceptar la fatalidad de un hecho que había de producirse, comprendiendo demasiado que no tenía el derecho de modificarlo en lo más mínimo ni el poder de retrasarlo una hora siquiera. Ya le he dicho a usted de qué modo amaba a Magdalena: con aturdimiento, con absoluta inconsciencia, sin fundamento de ninguna esperanza concreta.
El lujoso faetón les espera, y se dirigen a Palermo, soñando que al siguiente día andarán con el oro a paletadas. La cara que ellos llevan, iluminada por la esperanza que la inconsciencia de la edad alimenta, no la muestran todos los que en la Bolsa han entrado.
La moribunda ya no veía: su respiración cavernosa era cada vez más pausada, pero el oído aún conservaba su poder. Era la última resistencia de la sensibilidad ante la muerte; prolongábase mientras el cuerpo iba cayendo en el abismo negro de la inconsciencia. Sólo restaban en ella los últimos y trabajosos estremecimientos de la vida vegetativa.
La felicidad sin duda le había traído una especie de inconsciencia, y más con el trajín de arreglar la casa en un par de días. Ahora le resultaba curiosa, por ejemplo, la tenacidad con que ella había rehusado el viaje de bodas a Montevideo. Comprendió que el golpe de la dicha imprevista le había desquiciado y sumergido en una suerte de sonambulismo.
No; en vez de revelarle sus angustias se había contentado con escuchar distraídamente las frases de salón y las historias de club que, en su inconsciencia, Huberto no consideraba inoportuno referirle. En justicia, se reconoció algo culpable. Así, pues, tomó la resolución de demostrarse más afectuosa en sus próximas entrevistas.
El mismo D. Pantaleón, en la inconsciencia de su genio, tampoco lo sospechaba. Durante varios días realizó, tanto en el Retiro como en el silencio de su gabinete, estudios profundos y minuciosos sobre la estructura de todos los vegetales que pudo procurarse.
Palabra del Dia
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