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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Tú sí que eres un menjurje de vándalo, normando, alano y perro moro, como nos llamaba á los ingleses el buen Pisano. ¿Quién se acuerda de cuadros ni pinturas cuando se tiene delante un ángel del cielo, hechura del mismo Dios, como la incomparable Tita? ¡Quién va!
Un pez que pasa como un dardo da al conjunto de las vibraciones la forma de un óvalo muy prolongado; el insecto flotante que se mueve por impulsos sucesivos, deja tras sí dos estelas oblicuas en las que se encierran círculos desiguales; otro bicho, una abeja tal vez caída de un árbol, se deshace dando vueltas agitando sus alas con tal rapidez que el agua se riza con una miríada de líneas vibrantes, entrecruzando sus innumerables círculos: el insecto que se agita con tanta viveza, es lentamente arrastrado por el curso del arroyo y á veces lo vemos desaparecer repentinamente; es que un pez, con rapidez incomparable, acaba de tragarse al insecto, cesando todo su cortejo de líneas circulares.
La había amado sólo por lo que ella valía en sí, porque era dulce y pura, porque conocía que su corazón era leal y sincero; que en carácter, fuerza de voluntad, gracia y belleza, era incomparable.
De esta historia tomó también Don Quijote la receta de su bálsamo incomparable, defendiendo el crédito que merece con las palabras siguientes: «¿Porque qué ingenio puede haber en el mundo que pueda persuadir á otro que no fué verdad lo de la infanta Floripes y Guido de Borgoña; y lo de Fierabrás con la puente de Mantible, que sucedió en tiempo de Carlomagno, que, voto á tal, que es tanta verdad como es ahora de día?» El arreglo más antiguo de la tradición de Fierabrás es la poesía provenzal, copiada de un manuscrito, y publicada por Emmanuel Becker en 1830.
Mira, señor mío, que puede ser recompensa a la hermosura y nobleza por quien me dejas la incomparable voluntad que te tengo. Tú no puedes ser de la hermosa Luscinda, porque eres mío, ni ella puede ser tuya, porque es de Cardenio; y más fácil te será, si en ello miras, reducir tu voluntad a querer a quien te adora, que no encaminar la que te aborrece a que bien te quiera.
Desde algunas altas eminencias de los Pirineos vascongados se puede contemplar un panorama de hermosura incomparable.
»Lo confieso: me gusta esta ciudad que a un tiempo es antigua y es moderna, que es venerable y coqueta, que piensa y ejecuta. ¡Ah! ¿Por qué Magdalena no ha de estar aquí conmigo para contemplar juntos esa puesta de sol incomparable?... »Mi banquero me ha obligado a aceptar un vale que me da entrada en el Casino.
Falleció este incomparable varón por el mes de Diciembre de 1715 en edad casi de setenta y cinco años, cuarenta y seis de religión y veintinueve de profesión de cuatro votos que había hecho á los 15 de Agosto de 1686. Fué un trienio Rector del colegio de Tarija, en que promovió mucho la observancia y religiosa nuestros ministerios.
»Después nos habla de la incomparable Venecia, ciudad fabricada dentro del mar, de tal modo, que las calles son de agua y los coches unas lanchitas que llaman góndolas; y allí se pasean de noche los amantes, solos en aquella serena laguna, sin ruido y sin testigos.
Los dos objetos son parientes. «Pero señora, esas piedras brillantes son de una finura incomparable. Ciertamente, mas el coral es suave; tiene la suavidad del cutis á la par que su color. A los dos minutos de llevarlo, paréceme mi misma carne, mi propio ser. »Señora, hay encarnados más bonitos. Doctor, no me prive usted de éste, pues le quiero. ¿Por qué? Los fabricantes de mundos.
Palabra del Dia
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