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Actualizado: 24 de julio de 2025


»Empero la vida, sin llegar á su disolución suprema, muda sin cesar, trasuda de cuanto no la hace falta. Entre nosotros, animales terrestres, la epidermis pierde incesantemente.

Iba presa de una emoción indefinible, murmurando incesantemente: «calle de la Pasión... una casita baja, de revoque amarillo... que hace esquina...» Atravesaron la calle de Toledo, entraron en la de los Estudios, anduvieron toda la del Cuervo y, al llegar a la Plazuela del Rastro, preguntó Paz a una mujer dónde estaba la Ribera de Curtidores, con propósito de seguir adelante, hasta encontrar la esquina de la calle de la Pasión.

Una respiración de carne blanca, atocinada y sudorosa, revuelta con el hedor del cuero, flotaba sobre los regimientos. Todos los hombres tenían cara de hambre. Llevaban días y días caminando incesantemente sobre las huellas de un enemigo que siempre conseguía librarse. En este avance forzado, los víveres de la Intendencia llegaban tarde á los acantonamientos.

Alguien quiso sacarle de dudas, y se estremeció al saber que era el hermano de una dama de la corte que precisamente andaba en lenguas por su excesiva confianza con Miguel Fedor. Los dos hombres se miraban con interés, brindándose mudamente los vasos enormes de champaña. En el fondo del comedor gemían incesantemente los violines de unos ziganos.

Figuraos rodeados de una dilatada planicie como de blanca ceniza, siempre solitaria, arena equívoca cuya falsa suavidad constituye el lazo más peligroso. Es y no es la tierra, es y no es el mar, ni tampoco es dulce el agua, aunque por debajo los arroyuelos trabajen el suelo incesantemente. Raras veces, y sólo por cortos instantes, una embarcación se aventuraría en aquellos sitios.

Al otro lado de una hondonada volvía á subir y se perdía en un bosquecillo, entre cuyos primeros árboles desaparecía en aquel momento la retaguardia de la columna. El jinete pasó junto á ésta sin detenerse y empezó á subir la cuesta en cuya cima estaban el barón y sus servidores, hostigando incesantemente á su caballo con espuela y látigo.

Las breves cláusulas que ligeras se cruzaban eran, por un lado, lo más insulso del perfeccionado lenguaje social, y por otro el ingenuo balbucir de las sociedades primitivas. En todos estos casos se repite incesantemente el principio del mundo, esto es, los pruritos de la Creación, el querer ser. La juguetona bandada de mujeres a medio formar invadía el domicilio de Bringas.

Y los miles de gritos, con una melopea recomenzada incesantemente á través de los días y las noches, cantaban el choque monstruoso que había presenciado esta tierra y del cual guardaba todavía un escalofrío trágico. Muertos... muertos murmuraba Chichí, siguiendo con la vista la fila de cruces que se deslizaba por los flancos del automóvil en incesante renovación.

Los violines colaboraban con desafinados instrumentos de metal, uniéndose á esta cencerrada bailable un claxon de automóvil y varios artefactos musicales de reciente invención, que imitaban dos tablones que chocan, un fardo arrastrado por el suelo, una piedra sillar que cae... En un gran óvalo abierto entre las mesas se renovaban incesantemente las parejas de danzarines.

Y mientras tanto el cielo, llorando incesantemente por sus innumerables ojos; el río hinchándose de rugiente cólera, lamiendo con sus lenguas rojas la entrada de las calles bajas, asomábase a los huertos de las orillas y penetraba por entre los naranjos, después de abrir agujeros en los setos y en las tapias. La única preocupación era si llovería al mismo tiempo en las montañas de Cuenca.

Palabra del Dia

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