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Actualizado: 24 de julio de 2025


A pasitos rápidos y cortos, inclinado el cuerpo hacia la tierra, con la cabeza baja y la conciencia temerosa del retraso, venían pegadas a las fachadas de las casas las viejecillas de zapatos de cabra y mantón negro, y adelantándose a ellas iban las muchachas devotas que, como ignorando el poder de la juventud, piden incesantemente al cielo dichas que puede darles el mundo.

El peso de tan graves cuidados, y la multitud de obstáculos que encontraba y que por momentos se aumentaban, no fueron bastantes á detenerle ni á intimidarle, antes bien, conociendo cuan conveniente era no perder un instante en semejantes ocasiones, se dedicó inmediatamente y con la mayor actividad al remedio de tantos y tan crecidos males, buscando incesantemente los recursos mas oportunos y eficaces para evitarlos.

En los remansos donde el agua da vueltas con lentitud, la purificación se realiza á la vez que en el fondo en la superficie; los restos de limo, las hojas, las raíces, las branchas mojadas caen al fondo y se depositan en bancos de cieno; en la superficie las simientes, el polen de las plantas y las substancias orgánicas en descomposición, se amontonan en capas grises que aumentan incesantemente los copos de espuma, llegando en islas, islotes y archipiélagos diseminados.

Los viajeros nos cuentan que esas aguas calientes edifican verdaderos palacios, ciudadelas y murallas de algunos kilómetros de longitud. Blancos como el alabastro, los pilares y basamentos crecen incesantemente por el depósito de las cascadas susurrantes que poco á poco ocupan la llanura.

Al volver a casa, iba repitiéndome incesantemente por el camino: «Hanckel, esto que es tener suerte! ¡A tu edad, un tesoro como ese!... ¡Grita, pues, salta como un loco! ¡Es lo menos que puedes hacer después de un acontecimiento semejante!...» Y, sin embargo, yo no sentía la más mínima gana de saltar o de gritar.

La avalancha de dolor se esparció por el castillo. A las pocas horas, todo él estaba ocupado; no había un lecho libre; las últimas camillas quedaron á la sombra de los árboles. Funcionaban los teléfonos incesantemente; los operadores, puestos de mandil, iban de un lado á otro, trabajando con rapidez; la vida humana era sometida á los procedimientos salvadores con rudeza y celeridad.

Lo mismo que del mar, plano a pesar de sus olas, despréndese de esa llanura una sensación de soledad, de inmensidad, aumentada por el mistral que sopla incesantemente, sin trabas, y que, con su poderoso aliento, parece aplanar y engrandecer el paisaje. El lo doblega todo. Los arbustos más frágiles conservan la huella de su paso, quedan torcidos, tumbados hacia el Sur, como dispuestos a fugarse...

Nutridos por la savia de una tierra dormida durante miles de años, y refrescados incesantemente por el agua que corría á sus pies, realizaban en el corto plazo de varias semanas prodigiosos estiramientos.

La espada de Simón y la enorme hacha de Tristán brillaban al sol y golpeaban incesantemente sobre las cabezas enemigas, en primera línea. Reno cayó á su lado, malherido, y también pereció allí Sir Ricardo Causton.

Ahora que estaba convencido de la ridiculez de su aspecto, abiertos como alas los faldones del levitón é incesantemente repelidos por unas piernas incansables. «Quince pasos...» Y clavó la segunda espada. Por su gusto, hubiese ido hasta el otro extremo del descampado; tal vez hasta donde aguardaban los automóviles. Luego consideró con turbación el terreno medido.

Palabra del Dia

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