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Actualizado: 24 de julio de 2025


Fumaba incesantemente, aprovechando la generosidad de Ojeda, que le ofrecía cigarro tras cigarro. Su cabeza empezó a oscilar. Se entornaban sus ojos para abrirse de repente con un azoramiento de sorpresa, volviendo a cerrarse poco después. Al fin se durmió, y su respiración estuvo próxima a convertirse en sonoro ronquido. Tenía la costumbre de acostarse temprano.

No tienen más misión que vivir, que empezar por su modesta existencia la dilatada serie de seres que sólo ellos pueden producir. Esos pequeñuelos, vivos ó muertos, les sustentan con su propio ser, administrándoles desde abajo la gelatina de vida que sacan incesantemente del agua materna.

No podían hablarse sin reticencias y se veían obligados á reflexionar, antes de emprender una conversación, á fin de asegurarse de que no había de descarrilar del asunto principal, en desenvolvimientos peligrosos. Ocupados incesantemente en dominarse, afectaban una tranquilidad que estaba muy lejos de sus espíritus.

Consideraba como una salvación poder marchar incesantemente. El frío de la altiplanicie había penetrado hasta sus huesos, dejándole yertos los brazos. En torno de su boca el aliento se convertía en escarcha. Los pelos de su bigote y de su barba se habían engruesado con una costra de hielo. Todo el calor de su vida parecía concentrarse en su cabeza y sus piernas.

La fuerza plástica se ejerce por la doble accion de apropiacion y eliminacion, y si bien asimila incesantemente al organismo moléculas nutritivas, tambien elimina y rechaza otras; á esta doble accion, pues, de la vida vegetativa es á la que ataca la quina, á la que debilita y aun reduce á la inercia.

En el interior de aquella embarcación se notaba un esmero y una limpieza raros, y no se veía nadie a bordo, a excepción de un fraile, grueso y rechoncho, que llevaba un hábito azul y una cuerda ceñida a la cintura; pero el reverendo parecía presa de la mayor inquietud y angustia; armado de un enorme anteojo, lo paseaba incesantemente sobre el espacio que separa Santa María de la isla de León, lanzando a intervalos exclamaciones, lamentos e invocaciones que hubieran enternecido a un corregidor.

Una lluvia de proyectiles caía incesantemente sobre ellos. Había que vivir debajo de la tierra como topos, y aun así, les alcanzaba el estallido de los grandes obuses. En esta lengua de tierra frente á Troya, por la que se había deslizado la historia remota de la humanidad, las palas, al abrir las trincheras, tropezaban con los más raros hallazgos.

Y no sólo los amigos, sino todas las comadres del barrio que frecuentaban la tienda llegaron pronto á sospechar lo que ocurría. Desde entonces cien ojos de zahorí los espiaron incesantemente: muy pronto se supo con todos los pormenores la caída del guapo y el estado de abatimiento á que su pasión le había reducido.

Era que cuanto había aprendido y creía, estaba en contradicción con la realidad. Llevaba dentro de una llama que no podía brillar en aquel nuevo ambiente. Sus estudios fueron ancha base a tantas cavilaciones; el espectáculo del mundo, cebo que incesantemente las provocaba. Cada día le trajo una lección, cada hora el agrio fruto de un anticipado desengaño.

Debía ser una concesión hecha a estos profanos, venidos de las ciudades para pasmarse de admiración ante ella, durante dos meses, y que, transcurrido este tiempo, se apresuraban a huir y olvidarla. El mar también se presentaba de otra manera a la vista de la joven, más grandioso y más trágico, batiendo incesantemente las costas abruptas.

Palabra del Dia

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