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Todos los resortes de la maquinaria novelesca parecen flojos y mortecinos de tanto funcionar; todas las situaciones emocionantes, todos los caracteres salientes, todos los tipos de humanidad, están casi agotados. La originalidad novelesca va siendo cada vez más ilusoria.

Mi alma burguesa estaría más conforme con una dicha más tranquila y menos ilusoria... Un marido que me hiciera feliz es todo lo que yo pediría. Y bien, el señor Baurepois... Temo que me aburriría mortalmente. Trate usted de gustar a una muchacha... murmuró la abuela con una desesperación que hubiera sido cómica a no ser tan sincera.

»Y me aterré más todavía; y cuando Luz, pareciéndole siglos los instantes que yo tardaba en responderla, me dijo, con la voz de su angustia desesperada: «¡Habla, aunque sea para acabarme de matar!, yo enmudecí y bajé la cabeza, cerrando los ojos. Quería ocultarme en aquella ilusoria obscuridad, ya que el suelo no se abría bajo mis pies para devorarme.

La música exhalaba ilusoria frescura como un volar de espíritus ideales. Ramiro entreabrió sus labios con una sonrisa voluptuosa. De pronto, con voz muy queda, e inclinando el cuerpo hacia ella, prosiguió: Acuérdome agora de cuando me asomaba de noche a mi ventana, allá en la heredad. Todos en vuestra casa dormían, y vos mesma.

Es tan costoso para el hombre el renunciar a toda esperanza, que ellos no se resignaban a creer que todo hubiese acabado y de un modo instintivo buscaban en el rostro del señor de Avrigny algún rayo de esa ilusoria esperanza.

Y, según ellos, no hay más camino para conseguirlo que irse «á las Indias».... Los abismos del mar, los estragos de un clima ardiente, los azares de una fortuna ilusoria, el abandono, la soledad en medio de un país tan remoto ... nada les intimida; al contrario, todo estos obstáculos parece que les excitan más y más el deseo de atropellarlos. ¿No es cierto que en América es de plata la moneda más pequeña de cuantas usualmente circulan?

Enorme mitra ilusoria, resplandeciente de amatistas y topacios, se encendía y apagaba, y volvía a encenderse a sus pies, sobre las losas obscuras. Probando apenas algunos bocados, Ramiro dejó secretamente su casa, ya entrada la noche. Había escogido su daga más fuerte y la espada que le diera don Rodrigo del Aguila, el mayordomo de la Emperatriz.

Sin embargo de haber dado diferentes informes el Super-intendente á dicho Señor Virey, con toda sinceridad, solidez y conocimientos de cuantas circunstancias ofrecian aquellos parages, remitiendo muestras de los frutos de sus terrenos, en que acreditaba su fertilidad, y de haber aprobado el mismo Señor Virey, por órden de 15 de Noviembre de 1780, el establecimiento expresado que todo promete que podrá hacerse una útil poblacion; y de no resultar, segun entiendo, otros fundados motivos que la hiciesen ilusoria, llegó á prevenirse de tal modo con las repetidas quejas y clamores, que nada le era mas violento, ni mas repugnante que dichos establecimientos.

¡Vamos, que les digo á ustedes, que entre las muchas gangas que posee un marido, jamás pudimos creer podría llegar á tener la de ponerse á parir. El pobre cabezang Pedro como dejamos dicho murió, no de una ilusoria creencia sino de una real y efectiva fiebre palúdica.

Su autoridad se extendía nominalmente sobre un territorio más grande que algunas naciones de Europa, pero sólo era efectiva en la población donde había establecido su Estado Mayor y en otros grupos urbanos ocupados por sus tropas. La importancia de estas tropas también era más ilusoria que real.