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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Se daba por cierto que la amaba mil veces más que había amado a las otras mujeres: que sentía por ella todo género de afecto; que con el espíritu puro la estimaba y quería como su padre David había estimado y querido a Jonatás, muerto en las alturas de Gelboé por los filisteos; y que de un modo tempestuoso la idolatraba como el príncipe de Siquen había idolatrado a Dina.
Sin duda para mostrarse más digno de su encumbramiento, D. Jaime acometió la arriesgadísima empresa que causó su muerte. Diecisiete años acababa de cumplir doña Mencía cuando se quedó viuda. Amarga y desconsoladamente lloró la muerte de su gentil e idolatrado esposo.
En su casa lo esperaba una tarjeta de Lidia: "Idolatrado Octavio: Mi desesperación no puede ser más grande, pero mamá ha visto que si me casaba con usted me estaban reservados grandes dolores, he comprendido como ella que lo mejor era separarnos y le jura no olvidarlo nunca tu Lidia."
Yo respiro la brisa que acaso haya pasado por los campos y ríos de mi pueblo natal; ¡acaso me devuelva lo que antes le he confiado: los besos y suspiros de un ser idolatrado, las dulces confidencias de un amor virginal!
¡Madre! ¡Cuán dulce entre mis labios suenas, oh nombre idolatrado! ¡Cuántos recuerdos en mi mente agitas! Torcedor y consuelo de mis penas, de santa idolatría enajenado, he querido mil veces escribirte, y mil veces las letras he borrado.
Acababa de hacerse cargo de que aquella mujer no podía ser suya; que en aquel corazón idolatrado, henchido de sentimientos misteriosos, quizá grandes y sublimes, pero incomprensibles para él, ocupaba lugar muy secundario. Una lágrima saltó a sus ojos y se deslizó temblorosa por sus mejillas.
Aresti recordaba la página de la Muerte en el libro de San Ignacio, una página de brutal realismo, que hacía temblar á los hombres y llorar de horror á las mujeres. «Mirad lo que pasa en aquel cuerpo: antes hermoso é idolatrado, ya muerto: ya está sepultado, ya cayó.... Luego, se le acercan los moscones, escarabajos, sapos y sabandijas, y se saborean y complacen en el mal olor que despide y en la podre que empieza á manar; también se acercan los ratones, taladran sus vestidos ó mortaja; se enredan entre el cabello, entran en la boca y empiezan á comer la lengua, salen luego y registran todo el cuerpo entre carne y vestido.
En este triste estado pasó el resto de su vida la infeliz reina en el palacio de Tordesillas, donde estuvo cuarenta y seis años luchando con lo que todos conocen, y no existiendo otra cosa en su imaginacion que la memoria de su adorado padre y los celos de su idolatrado esposo.
Algunas muchachas, estas de verdad, que minutos antes coqueteaban alegres, muy satisfechas, con los cuatro trapacos que tenían encima, ahora languidecían, olvidaban a sus adoradores de las butacas; y como que se trataba de cosa mucho más seria, con rostro del que había desaparecido toda gracia, toda poesía, toda idealidad, se consagraban al culto envidioso del lujo ajeno, con gran veneración para las joyas y la seda, con gran rencor disimulado a la sacerdotisa, que tenía el privilegio de ostentar sobre su cuerpo los resplandores del dios idolatrado.
Tú, tú, Lorenzo, deberías vivir riendo y cantando en tu casa, donde eres mimado e idolatrado hasta todos los extremos, y donde has puesto una nota perversa de dolor infundado, desde el día en que te creíste enfermo de un mal que no existe más que en tu imaginación y que no has combatido hasta hoy en ninguna forma eficaz.
Palabra del Dia
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