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Actualizado: 23 de julio de 2025


No sea loco, Maltrana. Todos ustedes los de pluma son unos perdidos y creen iguales a los demás. ¿Y París? ¿Y sus idas de noche a Montmartre?... Acuérdese cómo entretenía la otra tarde a Goycochea y Montaner contándoles sus buenas fortunas... Apuesto cualquier cosa a que si me deja entrar en su camarote encuentro un paquete de fotografías comprometedoras y de cartas de amor.

Como su cuarto estaba situado sobre el de Magdalena se la pasó toda entera con el oído pegado al suelo, levantándose tan sólo para abrir de vez en cuando la puerta por si pasaba algún criado a quien poder pedir noticias. Oía a veces rumor de idas y venidas reveladoras de nuevas crisis o accesos de tos que desgarraban su pecho.

No quiso dormir, manteniéndose en una fingida tranquilidad, con los ojos entornados y vigilando las idas y venidas de algunos pigmeos que aún no se habían acostado. Al fin el silencio del sueño se fué extendiendo sobre la playa, y Gillespie, convencido de que no intentarían aquella noche nada contra él, acabó por entregarse al descanso.

Cruzáronse volantes y más volantes, hubo idas y venidas, dimes y diretes, juntas, cabildeos, discusiones, se habló hasta de insurreccion de los indios, de la indolencia, de razas inferiores y superiores, de prestigio y otras patrañas y despues de mucha chismografía y mucha murmuracion, el permiso se concedió y el P. Salví publicó una pastoral que nadie leyó sino el corrector de la imprenta.

Finalmente, después de muchas idas y venidas, empeños y zozobras, Mendoza fue nombrado oficial del alto cuerpo consultivo con doce mil reales de sueldo; aunque no era muy pingüe, tenía el empleo la ventaja de ser inamovible, y en la capital, y muy apropósito para trabar amistad con los próceres de la política y la administración, bajo cuya égida es como únicamente se puede hacer fortuna en España.

Una claridad gris se esparcía en la habitación. Algunos heridos, en la sala contigua, empezaban a sentir el delirio de la fiebre y se les oía llamar a sus mujeres y a sus hijos. Poco después, un rumor de voces, un ruido de idas y venidas, rompieron el silencio de la noche. Catalina y Luisa se despertaron y vieron a Juan Claudio, sentado cerca de la ventana, que las miraba con ternura.

Voz de la conciencia de Isidora o interrogatorio indiscreto del autor, lo escrito vale. Una mañana de diciembre de 1875, estaba Isidora triste y sin sosiego. Sus idas y venidas dentro de la casa, sin motivo aparente de tal actividad, indicaban que algo muy grave ocurría.

Desde mi sitio contemplaba yo las idas y venidas de un anciano que circulaba tranquilamente por las alamedas. Todo el día estaba podando los árboles, cavando, regando, cortando las flores marchitas con minucioso esmero.

No pocas idas y venidas costó la aparición de La Independencia, «diario liberal de la mañanaNuestro amigo Mendoza por poco pierde la razón a puro correr por las calles. Desde la imprenta al almacén de papel, de aquí a la redacción, de la redacción a casa de Ríos, y así todo el día y parte de la noche.

La gente joven que Maltrana había encontrado algunas veces junto a la verja que cerraba el paso a los camarotes, espiando las idas y venidas de camareras y criadas, manteníase a cierta distancia, contemplando a Nélida con una admiración casi homicida. La devoraban todos con los ojos. Parecía que de un momento a otro iban a caer sobre ella, despedazándola.

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