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Actualizado: 18 de julio de 2025
En la esquina grita con voz chillona la vendedora de papeles, casi andrajosa, anunciando la «Correspondencia» ó la «Iberia», y tal ó cual opúsculo del dia; y á su lado le hacen mil reverencias al pasante el mozo de cordel y el limpia-botas, anhelosos de obtener clientela.
Dádmele acá, compadre, que precio más haberle hallado que si me dieran una sotana de raja de Florencia. Púsole aparte con grandísimo gusto, y el barbero prosiguió diciendo: -Estos que se siguen son El Pastor de Iberia, Ninfas de Henares y Desengaños de celos. -Pues no hay más que hacer -dijo el cura-, sino entregarlos al brazo seglar del ama; y no se me pregunte el porqué, que sería nunca acabar.
El mundo, ignorado antes, había venido a revelarse con una grandeza real hasta entonces no percibida y por toda ella iban a extenderse y a triunfar la religión de Cristo y la civilización de Europa, llevadas par los hijos de Iberia hasta las regiones más remotas, ya entre gentes bárbaras y selváticas que separadas del resto del humano linaje no habían seguido su marcha progresiva y hasta habían olvidado la nobleza de su origen común, ya entre los pueblos de Oriente donde persistían y florecían aún la poesía y el saber y el arte de las edades divinas, cuando entendían los hombres que estaban en comunicación y trato con los dioses y con los genios; por todas partes, entre todas las lenguas, tribus y gentes, así entre aquellas, que olvidadas de las primitivas aspiraciones y revelaciones, se habían hundido en una vida casi selvática, como entre aquellas que, combinando y fecundando esas aspiraciones y revelaciones primitivas con los ensueños de una exuberante fantasía, habían creado una portentosa cultura, en cuya ponderación y admiración permanecían inmóviles.
Y fue y es la tal empresa la representación de las columnas de Hércules, con esta letra: Plus ultra; breves, elocuentes y sublimes palabras, que evocan en la mente de quien las lee la inmensidad del Océano, las islas y los continentes incógnitos, el nuevo mundo en suma, descubierto y dominado por la tenacidad, la osadía y la ventura de los hijos de Iberia.
Misión providencial de los hijos de Iberia era sin duda sacar a los unos de la abyecta postración en que habían caído y despertar a los otros del sueño secular, del profundísimo letargo en que estaban. Esta parte de la misión parecía especialmente confiada a los portugueses.
El grito de "Dios y Patria" ruje la hueste de Iberia, y al punto hacia el enemigo emprende veloz carrera estremeciéndose, altiva y feroz, con la soberbia de leones irritados que sacuden las melenas; los alaridos del indio turban la región serena del aire, y la muchedumbre de los contrarios, inquieta, en sinuosas oleadas agítase, a la manera con que a los ojos se ofrecen las ondas altas y lejas, o las mieses que combaten los vientos de la pradera.
Y, libre como el águila del cielo, Podré cruzar los mares, cual me ordenas. Dame, ¡oh! musa, tu voz, dame tu acento para cantar al héroe sin segundo, cuyo nombre feliz susurra el viento de la apartada Iberia al Nuevo Mundo... De tu gloria en el piélago infinito se pierde el alma mía; y aunque mis alas débiles agito por abarcar tu colosal recuerdo, cuanto más lo investigo, más me pierdo.
Pese al Tiempo que roe y a la Envidia que seca, y a los odios terrenos que al olvido condenan fraternales abrazos, en el noble plumón de las águilas blancas hay el sello latino de una estirpe por algo elegida, que ni es Roma ni es Grecia; ni es Cartago ni es Nínive, es Iberia... y es Dios!
Al observar la barba de Don Felipe, aquel rojo vellón donde la luz del aceite ponía ahora toques purpúreos, el canónigo pensó en las razas antiguas venidas hasta la Iberia desde los mares tempestuosos del Norte; y cerrando, a su vez, los ojos, soñó con repugnancia en bárbaros rubios y en carnosas hembras desnudas, con cabelleras color de naranja, como señaladas, desde entonces, por un reflejo infernal.
Palabra del Dia
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