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Actualizado: 3 de julio de 2025


Pintaba sus mejillas el abrasado calor de la fiebre; sus brillantes ojos aún eran hermosos, su boca sonreía dulcemente aún, pero en los hoyos de aquellas mejillas demacradas estaban sepultados los graciosos hoyuelos de antaño y los labios se entreabrían para facilitar la respiración fatigosa exponiendo los blancos dientes, más aún de lo que acostumbraba hacerlo en tiempos ya lejanos.

Le dio miedo esta extensión, rasa a la vista, que ocultaba las desigualdades del suelo, las cunetas, los hoyos de los árboles, los declives de los desmontes. Su pensamiento, quebrantado por el hambre, entorpecido por el frío, creyó ver, con tétrica alucinación, la imagen de su vida futura en esta planicie blanca, silenciosa, monótona.

Es probable que pertenezca también á los recuerdos de esta época el animado entremés, titulado La cueva de Salamanca. D. Juan López de Hoyos parece haber sido el primero, que alentó al joven poeta en su carrera.

Cerca de la Presa, en una planicie vecina al río, limpia de vegetación, otros peones abrían hoyos en el suelo. Al llegar las carretas con los árboles, levantaban éstos y los metían en los hoyos, amontonando tierra en torno para que se mantuviesen erguidos. Son árboles de algunos metros nada más, pero resultarán extraordinarios en este desierto donde no hay otros que puedan servir de comparación.

Por eso me complazco en celebrarla, envío a su autor mi más cordial enhorabuena, y le excito, hasta donde mi aprobación y mis alabanzas alcancen, a que siga escribiendo narraciones con el acierto que puede esperarse del que ya en Los cuatro ochavos se advierte y celebra. Sobre la CUESTIÓN DE AMBIENTE Al Sr. D. Antonio de Hoyos.

Pero yo tengo cierta confianza, porque el corazón justo y fuerte de las mujeres es siempre piadoso con la debilidad y la ignorancia del hombre. Además, cuento con la buena impresión que producirá su aspecto. »Usted es muy feo, gentleman; usted es simplemente horrible. Su piel, vista por nuestros ojos, aparece llena de grietas, de hoyos y de sinuosidades.

Arrastrado por su entusiasmo enumeraba al sacerdote, como si éste fuese un cultivador, todas las operaciones que durante el año había que realizar con aquella tierra, sometida a un continuo trabajo para que diese su dulce sangre. En los tres meses últimos del año se abrían las piletas, los hoyos en torno de las cepas para que recibiesen la lluvia: a esta labor la llamaban Chata.

En cuanto al tránsito por las calles, ya entrada aquélla, corríanse serios riesgos, contando con los montones de basura, con los grandes hoyos y con los cantos rodados que salían al paso. Así nos figuramos «mutatis mutandis» á la Sevilla de los siglos XIV y XV, en cuanto al exterior de sus edificios, porque aquellas frías y desmanteladas viviendas, interiormente no debían serlo.

Tales prendas, blanquísimas, adornadas con bordados y encajes, zahumadas con espliego, templaditas al sano calor de la camilla calor doméstico si los hay las tenía el capellán muchas veces en el regazo, mientras la madre, con la niña tendida boca abajo sobre su delantal de hule, pasaba y repasaba la esponja por las carnes de tafetán, escocidas y medio desolladas por la excesiva finura de su tierna epidermis, las rociaba con refrescantes polvos de almidón y, apretando las nalgas con los dedos para que hiciesen hoyos, se las mostraba a Julián exclamando con júbilo: ¡Mire usted qué monada..., qué llenita se va poniendo!

-Digo, pues -dijo el labrador-, que este mi hijo que ha de ser bachiller se enamoró en el mesmo pueblo de una doncella llamada Clara Perlerina, hija de Andrés Perlerino, labrador riquísimo; y este nombre de Perlerines no les viene de abolengo ni otra alcurnia, sino porque todos los deste linaje son perláticos, y por mejorar el nombre los llaman Perlerines; aunque, si va decir la verdad, la doncella es como una perla oriental, y, mirada por el lado derecho, parece una flor del campo; por el izquierdo no tanto, porque le falta aquel ojo, que se le saltó de viruelas; y, aunque los hoyos del rostro son muchos y grandes, dicen los que la quieren bien que aquéllos no son hoyos, sino sepulturas donde se sepultan las almas de sus amantes.

Palabra del Dia

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