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Actualizado: 5 de julio de 2025


Le amortajó, fue tras el féretro hasta la puerta de la escalera, y en seguida, sin que parientes ni amigos pudiesen contenerla, corrió al gabinete, y pegando el rostro al vidrio del balcón, vio ponerse en marcha el cortejo fúnebre, desplomándose sobre la alfombra, rendida a la pesadumbre del dolor cuando dobló la esquina el carro mortuorio. Y al volver en , ¡qué horrible le pareció la soledad!

¡La duda! ¡Horrible espectro que ennegrece nuestra alma con su sombra! ¿Habéis dudado alguna vez de vuestra esposa o de vuestra madre...? Porque si no habéis dudado alguna vez de cualquiera de esos dos seres que son vuestro corazón y vuestro nombre, no comprenderéis lo terrible de la duda cuando se refiere a objetos tan sagrados.

Veía por todas partes á Dorotea, engalanada, pero lívida, horrible. Huía de mismo, pretendiendo huir de ella, en vano; porque la llevaba consigo, porque su locura había dado una forma real á sus remordimientos. El infeliz se había quedado solo.

Si vuelvo á Dios el ánimo contrito y piedad de mi pena le demando con humilde fervor y acento blando, el aliento maldito de la duda cobarde y acerada á envenenar mis pensamientos viene, y en mis labios detiene Una oracion apenas comenzada. Vuelvo entónces los ojos á la tierra y de se apodera horrible espanto al ver los séres que en su seno encierra.

El recogimiento en la reflexión, el asiduo examen interior, el inveterado instinto y la obstinada necesidad de mirar dentro de mismo, lo habían envenenado. ¿Vuelve jamás la gota de agua a parecer líquida perla después de que el ojo armado de una lente ha visto dentro de ella un mundo horrible?

Apretó los puños y echó por aquella boca sapos y culebras, apartándose del balcón por no presenciar más tiempo un espectáculo que le enloquecía. Al volverse, su mirada se cruzó con la mirada del bruto de la imprenta, que inmóvil en medio de la sala, más feo, más horrible y siniestro que nunca, reclamaba las nefandas cuartillas. ¡Nada, nada, á rematar el artículo!

Lo que yo quisiera saber ahora es dónde está mi sombrero dijo él, mirando debajo de la mesa y del sofá. ¿Y para qué quieres el sombrero? Quiero salir, tengo que ir a la calle. Pero lo mismo da salir con la cabeza descubierta. Hace un calor horrible. , vámonos al Retiro. Fortunata, coge la vela; y por delante. Y agarrándose al brazo del joven sin ventura, le llevaron a la alcoba.

La vida en el pontón era horrible; apenas teníamos sitio donde revolvernos; a proa se alojaban los soldados de guardia, y a popa, los oficiales. La población pontonera vivia entre la galería baja y la barraca hecha sobre cubierta, vigilada por unos y otros. Difícil era acostumbrarse a vivir allí, pero todo se consigue a fuerza de energía y de perseverancia.

Al propio tiempo soltaba de su fruncida boca un rugido feroz y espumarajos. Las contracciones de las extremidades y el pataleo eran en verdad horrible espectáculo: se clavaba las uñas en el cuello hasta hacerse sangre. Así estuvo largo rato, sujetado por Bailón y el carnicero, mientras Rufina, transida de dolor, pero en sus cinco sentidos, era consolada y atendida por Quevedito y el fotógrafo.

El médico de su honra . Esta es una tragedia horrible, repugnante y ofensiva á nuestras ideas, pero vaciada en el molde de las morales, reinantes entonces en España, con arreglo á las cuales el sentimiento del honor degenera en verdadero fanatismo.

Palabra del Dia

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