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Actualizado: 5 de noviembre de 2025
Distinguía estas dos ideas en absoluto, sin que influyera nada en él ni la idea de utilidad, ni aun la de bondad. Pareciole encantadora una mariposa que extraviada entró en su cuarto. Un tintero le parecía horrible, a pesar de que su tío le demostró con ingeniosos argumentos, que servía para poner la tinta de escribir... la tinta de escribir.
Mas si los dos dejaban la habitación, ¡qué horrible debía ser el sufrimiento de mi pobre hija! ¡Cómo se recrudecía su estado febril hasta que alguno de ellos volvía a acompañarnos! »Yo no podía hacer que Amaury se alejase, porque ella necesita como el aire su presencia. Ya veremos más adelante.
Era tan horrible lo que iba a suceder, y tan lúgubres los preparativos del suceso, que, más por huir la tristeza que por amor al bello sexo, aunque no dejo de profesarlo, me coloqué debajo de uno de los balcones y me puse a mirar a cierta rubia, que no pagó verdaderamente mi atención dicho sea en honor suyo. ¡Por qué había de mirarme, cuando ni siquiera me iban a dar garrote!
Si esto fuese verdad; si esta fuese la ley moral del mundo, si esta hiel que devora fuese el espíritu de la creacion ¡qué horrible seria la Omnipotencia del que hizo al hombre! ¡Qué horrible seria la Omnipotencia del que nos creó, para corroer nuestras entrañas con aquella ponzoña!
Después uno de ellos, el más atrevido, y el mayor sin duda, pues tenía más de treinta pies de largo, dió un coletazo en tierra, subió al banco, que la marea iba ya cubriendo, y avanzó resueltamente hacia la chalupa. ¡Es horrible! exclamó Hans, temblando. ¡Valor, muchachos! dijo el Capitán, que no perdía su calma . Este es mío.
No calculas el valor que se quitan a sí mismas las personas cuando hablan más de la cuenta». «No me digas esas cosas». «Se me salen de la boca. Desde que calumniaste a mi mujer, la veneración y el cariño que le tengo se aumentan, y veo otra cosa; veo lo miserable que soy al lado suyo; tú eres el espejo en que miro mi conciencia y te aseguro que me veo horrible».
¡Si no puedo creer en esta separación! ¡Si nunca pensé en ella!... La vida lejos de tí no será vida, no, sino agonía lenta, horrible, desesperante.... Pienso que puedo separarme de tí, y siento que se me hace pedazos el corazón. Piensa que tu deber es cuidar del pobre anciano. ¿No te dice claro en esa carta, que si tú estuvieras allá su vida sería más alegre?
Si su mujer era culpable, ¡qué horrible tragedia la que se preparaba! Y si no lo era, él cometía una bajeza sospechando de su honradez. Iba con el mismo recelo que el ladrón que va a asaltar una casa, ocultándose detrás de las paredes de la carretera en cuanto sentía pasos, estremeciéndose si escuchaba una voz, por lejana que fuese.
Se repuso un poco, gracias a un prodigioso esfuerzo, que no pudo ocultar, y me respondió solamente: Estoy muy cansada. Entonces me asaltó un horrible remordimiento. Soy un miserable exclamé, sin corazón y sin sentimientos honrados. No supe salvarme; viene usted a mí y la pierdo.
El duque, pues, no se había atrevido á darse á conocer. El amor tranquilo de la duquesa, expresado por una tierna amistad, se hubiera convertido en odio al saber ésta que él era el causador de su situación horrible; doña Juana se hubiera negado á verle, y don Pedro no se atrevió á romper el incógnito. Trasladóse á la calle de la Palma Alta, á la casa donde tenía á Esperanza.
Palabra del Dia
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