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De ser esto cierto, sobre constituir un ataque infundado a los sagrados derechos individuales, lo es también a la industria libre y honrosa de los cafeteros, y...» ¡Y le resobra la razón, así Dios me salve! ¿Y de qué come el pobre del cafetero si le espantan la parroquia? El pillo del oficial, como tiene su paga....

Las trapacerías del hambre formaron una arte honrosa y sutil, que tuvo su romancero y sus manuales, sus poetas y bachilleres. El mal atacaba más duramente a los hidalgos de patrimonio extinguido, cuya estirpe clara y antigua no les permitía infamar sus manos en los oficios.

Consentí, pues, en guardar para solo la felicidad que me tenía y me tiene aún deslumbrado, y hasta he concebido por ello cierto nuevo grado de consideración para mismo. Hay, además, dulces e incomparables delicias en el misterio de este amor velado a las miradas profanas y que es para nosotros un cielo de goces. Aquí tienes, amigo mío, toda mi novela, perfectamente legítima y honrosa.

Sangre de mis entrañas derramada, Pues sois aquella de los hijos mios: Mano contra ti mesma acelerada, Llena de honrosos y crueles brios: Fortuna en daño nuestro conjurada: Cielos de justa piedad vacios, Ofrecedme en tan dura amarga suerte Alguna honrosa aunque cercana muerte!

Los ángeles a porfía Al Santo azotes le dan Porque á Cicerón leía... Y Quevedo entonces, interrumpiéndolo, terminó la estrofa de esta manera: Cuerpo de Dios, ¡qué sería Si leyera á Montalbán! De las comedias manuscritas de Montalbán, del duque de Osuna, llevan fecha del año: La deshonra honrosa, 1622; Como padre y como Rey, 1629, y La ventura en el engaño, 9 de mayo de 1630.

Caballero andante soy, y no de aquellos de cuyos nombres jamás la Fama se acordó para eternizarlos en su memoria, sino de aquellos que, a despecho y pesar de la mesma envidia, y de cuantos magos crió Persia, bracmanes la India, ginosofistas la Etiopía, ha de poner su nombre en el templo de la inmortalidad para que sirva de ejemplo y dechado en los venideros siglos, donde los caballeros andantes vean los pasos que han de seguir, si quisieren llegar a la cumbre y alteza honrosa de las armas.

Siendo informado el P. Visitador del estraño encuentro de los de la Reducción de San Joseph, ordenó que cien indios del mismo pueblo, pertrechados de armas, volviesen, no para castigar la crueldad de aquellos malvados, sino para traer los huesos de los muertos para darles honrosa sepultura y que con buenos modos, aunque siempre con las armas en la mano, les certificasen sinceramente del fin porque iban á su pueblo y del amor que, aun después de cometida aquella bárbara atrocidad, les tenían.

El tutor, que por honrosa y rara excepción le sirvió de padre cariñoso, deseaba la boda: primero, suponiendo que sería feliz, y segundo pensando ahorrarse las molestias que proporcionaba la administración de lo ajeno; con lo cual Felisa no hallaba oposición que vencer.

Hasta me parece que la regaló algunas fruslerías, demostrando en todos sus actos el deseo de tenerla contenta; sin duda por esta misma complacencia oficiosa mi ama estaba díscola y regañona cual nunca la había yo visto. No era posible transacción honrosa.

Era mejor que la Comisión contemplara el problema filipino, al través de los incendios, al silvar de las balas y al trasluz de todas las pasiones desencadenadas, para que no pudiera formar ningún juicio exacto ni cabal de los términos propios y naturales de dicho problema. ¡Ah! era mejor, en fin, que la Comisión se retirara vencida de no haber obtenido la paz y me inculpara, á y á los demás filipinos; cuando yo y todo el pueblo filipino anhelábamos que esa paz, se hubiera hecho ayer, antes que hoy, pero paz digna y honrosa para Estados Unidos y la República Filipina, á fin de que fuera sincera y perpétua.