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Actualizado: 6 de octubre de 2025


¿Y para la que no acepta la resignación?... Para esa no hay más que la rebelión añadí convencida. Las honradas faltarán al honor haciendo traición a quien puedan... Las otras caerán más bajo todavía... Es triste continué, pues si la sociedad no protege a sus individuos, se protegerán ellos mismos y volverá a empezar la lucha cuerpo a cuerpo, con la traición además...

Y si es verdad que hubo Reyes Magos que traían regalos a los niños, ¿por qué no ha de haber otros Reyes de ilusión, que vengan al socorro de los ancianos, de las personas honradas que no tienen más que una muda de camisa, y de las almas decentes que no se atreven a salir a la calle porque deben tanto más cuanto a tenderos y prestamistas?

Quise interrumpirle y no me dejó, siguiendo de este modo: ; le habrán hablado a usted mucho de ; me lo figuro. Hay maldicientes de las mujeres honradas, que las calumnian por despecho de deseos frustrados, hasta por vanagloria, ¿y no los hemos de tener las que somos... cualquier cosa?

También para estas tempestades hay conjuros. ¡Yo me arrastraré como penitente donde me han visto triunfar como pecadora!, ¡yo confesaré a voces mis pecados donde quiera que haya gentes honradas que me oigan!... ¿Qué más puedo hacer? Jesús no pidió tanta penitencia a la cortesana arrepentida, y había escandalizado más que yo.

Yo estaba sin ocupación y sumida en horrible fastidio, y acepté por distracción y porque aquella muchacha me agradaba. la recuerdas, joven, alegre, risueña, viviendo en el mayor descuido y ávida solamente de placer, al que se entregaba con locura. Nunca había yo tenido por amigas sino mujeres honradas.

Comenzaron entonces las lamentaciones y las extrañezas, los comentarios y los sobresaltos, y la murmuración no fue ya el ruido de una ola al reventar en la playa, sino que cundió y se hizo formidable, y resultaron todos los imponentes estrépitos del mar batiendo las costas... Mas a pesar de que todo el mundo vio claro el viento que había desatado aquella tormenta y los polvos de que salían aquellos lodos, tan sólo dos de las muchas madres honradas que acudían a los saraos de Currita dejaron de llevar allí a sus hijas; tan sólo uno de los muchos maridos con decoro que a ellos concurrían retrajo a su mujer de aquella casa funesta a que se hacía necesario acudir, porque... porque... se pasaban allí ratos deliciosos, era la dama quien fijaba en sus salones las leyes del buen tono, y el ser admitido en su casa era un brevet de elegancia y de notoriedad.

Bueno; iré á visitarle mañana, pues vendré á ver también al médico y al notario... ¡Ah! ¿Los Monthyons? dijo riendo el vigilante. Y al ver la mirada de extrañeza de su interlocutor, continuó: Los llamamos así porque podrían concurrir al premio de virtud si se diera aquí como en París... ¡Una broma, milord! , son las personas honradas del presidio... Volvamos á Numea, dijo Tragomer.

Leto, que ya había soñado con verlas honradas allí, se llamó a engaño y declaró a Nieves que no volverían al cartapacio de la botica aquellos insignificantes borrones, puesto que le gustaban a ella; y Nieves, sin andarse en ociosos disimulos, porque conocía la sinceridad de la oferta, la aceptó de plano con gran regocijo, aunque no tanto como el que produjo en don Adrián el galante rasgo de Leto.

El dolor, la consternación de aquellas generosas y honradas gentes, no son para pintados. En esto se oye un grito de Pito Salces, y estas palabras que volvieron la vida a todos: ¡Aquí está, puches! o yo no tengo ojos en la cara.

Se rezará, no lo dudo dijo don Santiago interrumpiendo a su mujer , y se hará la vida ejemplar que has visto, hijo mío; pero lo hecho, hecho está, y la obra del demonio a la vista queda para escándalo de las gentes honradas, aunque la pecadora se vuelva a Dios cuando ya no sirve para el mundo.

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