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Actualizado: 9 de mayo de 2025


«Pecado, ¿qué tal te vagritó con bufonesco estilo la Sanguijuelera. Y añadió, volviéndose a su sobrina: «Es un holgazán. Así criará callos en las manos, y sabrá lo que es trabajar y lo que cuesta el pedazo de pan que se lleva a la boca... ¿Qué crees ? Es buen oficio... No podía hacer carrera de este gandul. Todo el día jugando en el arroyo y en la praderilla.

¡Cuánta fe necesita el hombre para que su alma no se cáuterice, al tocar la hiel corrosiva de estas nauseabundas experiencias! No siento odio; acaso no siento desprecio tampoco, pero siento una profunda lástima, y sobre todo un profundo dolor. Este es quizá un malvado, un holgazan, un idiota. ¿Lleva cadena? -. ¿Lleva brillantes? -. ¿Va en coche? . ¿Se inclinan ante él sus lacayos? -.

Un día en un rapto de expansión le dijo á su abuela: «Abuela, ¿conoce usted el país donde florecen los limoneros, lo conoce usted? ¡Ay, allí quisiera que usted me llevasePor cierto que la tía Basilisa en vez de compadecer á aquel Mignon de montera y calzón corto le respondió alzando el garabato sobre su cabeza y diciéndole que donde le iba á llevar era á la cuadra «por burro y por holgazán».

El arquero Tristán es de este pueblo de Horla y la mujer es su madre, que le da la bienvenida á su manera. ¡Yo te enseñaré, holgazán, perdido, gandul! gritaba la vieja esgrimiendo la vara. Poco á poco, madre, decía Tristán, que ya no ando de vago sino que soy arquero del rey y voy á las guerras de Francia. ¿Con que á Francia, bribón?

Aquel matrimonio de una mujer bondadosa y apocada con un hombre que tenía la más destornillada cabeza del orbe, consumió diferentes veces las economías y la paciencia de Encarnación, que era trabajadora y comerciante, y tenía sus buenas libretas del Monte de Piedad. «Todo se lo comió ese descosido de Rufete decía , ese holgazán con cabeza de viento.

¿Y Pecado? En el taller... Dios le tenga allá...». Aquel día, aunque era festivo, el soguero tenía trabajo hasta las doce. No había querido ir Mariano; pero su severa tía le cogió por una oreja, y... ¡Valiente holgazán! «¿Y Pecado? volvió a preguntar el Majito. Te digo que está en el trabajo... No te montes sobre la tinaja. Si me la rompes, vas a ver. ¡Eh, eh!

Mal; porque si se va a decir verdad, yo soy pobrecillo: yo era escribiente en una mala administración; me echaron por holgazán, y me quiero meter cómico, porque se me figura a mi que es oficio en que no hay nada que hacer... Y tiene usted razón. Todo lo hace el apunte, y... por consiguiente, no conozco esos señores usos de sociedad que usted dice, ni nunca traté ninguno de ellos.

Por otra parte, hija mía, ¿cuántos disgustos, desvelos y cuidados no vendrán sobre ti con el matrimonio? Quiero prescindir de que tu marido acaso sería pobre; y si era también torpe y holgazán, tendrías que matarte trabajando para mantenerle; y quiero prescindir de los sobresaltos y penas que te darían tus hijos, si los tenías.

¿Y el verde para el ganado, grandísimo holgazán? ¿Todavía no lo has segado? Ahora mismito, abuela. Anda listo, zángano, comedor, porque si no voy allá y te estrello en la cabeza la sartén. El héroe agitó la cabeza con desesperación; rechinó los dientes. Su alma se inundó de amargura. ¡Cruel humillación para un hombre que había corrido tantas juergas á orillas del Guadalquivir!

Lo que no se le ocurría a Martín no se le ocurría a nadie. Era holgazán como una cigarra, pero vivo como un rayo. Don Pío lo reprendía con suavidad en vano. Don Josef lo anatematizaba y lo tenía concienzudamente clasificado de cretino y de imbécil. El título más bondadoso que Martín solía obtener de él, era el muy moderado de animal, que se lo daba con conciencia.

Palabra del Dia

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