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Actualizado: 19 de noviembre de 2025
Restallan bajo el sol tus estandartes, Dice España el amor por todas partes, Las almas beben cuanto tú interpretas, Y por cumbres, collados y senderos, Se une al himno triunfal de los guerreros, La divina canción de los poetas.
Limitémonos a indicar el hecho sin tratar de analizarlo, y veamos lo que hizo Currita aquella tarde en casa de la duquesa de Bara. Esta se había incorporado en su asiento, y Currita llegó hasta ella, saludando a derecha e izquierda, al son del himno de doña María Victoria, siempre con su cándida risita: ¡Gracias! ¡Gracias, amado pueblo!
Idolatró, luego, en Rubén. También cree en Villaespesa, Rostand y D'Annunzio. Es padre de dos novelas y dos zarzuelas. Laureáronle en copia de certámenes poéticos. Del suelo de la patria que vuestra, sangre encierra hoy brota un himno santo en vuestro augusto honor. ¡Gloria al que abrió los surcos para labrar su tierra! ¡Gloria al que abrió las almas para enseñar su amor!
Percibía las palpitaciones del corazón de su novio; su fuerza, su frecuencia, el fluir tumultuoso de la sangre en las arterias, entonaban, para ella, un himno sagrado y triunfante. Presentía cuánto ideal y generosa energía llevaría, por el don de sí misma, a la vida de su amado. Era cierto: Juan aprisionaba su sueño entre sus brazos; tenía estrechada contra su pecho a la mujer únicamente amada.
Había compuesto un devoto e inspirado himno latino a la Santísima Virgen María, tan lleno de bellezas y tan rico de amor místico, que, entusiasmados los monjes, le habían cantado en el coro, dando al joven poeta mil alabanzas y bendiciones.
Y por eso tu estátua no erigieron, De pié, sobre marmóreo pedestal, Ni entonaron el himno funerario Los poetas en coro universal... Mas qué importan las pompas de la tierra Que no mira en su necia vanidad, Que mientras honra la corteza fria El alma noble en el empíreo está!
Los muros blanqueados; los pequeños bancos, en que las personas que se tenía costumbre de ver entraban evitando el roce de sus vestidos, y donde una primera vez bien conocida, y luego otra y otra, hacían su pequeña oración, cada una en su tono particular, pronunciando frases ocultas y familiares, como el amuleto llevado sobre el corazón; el púlpito en que se postran, inclinándose hacia un lado y otro, hojeando la Biblia según su costumbre, dispersaba una doctrina incontestada; hasta las pausas entre las estrofas del himno, mientras que se lo leía, y la elevación intermitente de la voz durante el canto; todo eso había sido para Marner el camino de las influencias divinas; era el alimento y el refugio de sus emociones religiosas, el cristianismo y el reino de Dios en la tierra.
Solo de vez en cuando entre la multitud de sus gestos corporales van mezcladas las esclamaciones: ¡Solo Dios es grande! ¡A Dios las alabanzas! ¡No hay mas Dios que Dios! y otras por este estilo, con algunos versículos del Koran, especialmente los siete de la primera Sura, que es mas bien un himno que una deprecacion, á la manera de muchos Salmos de David.
Currita se detuvo un momento en el dintel, sin perder su aire de niña tímida, de ingenua colegiala; oyó el himno, vio a Gorito, abarcó la situación con una sola y rápida ojeada... y dobló de repente el cuerpo con distinción exquisita, para contestar al saludo amadeísta con otro saludo de corte, profundo, pausado, a la derecha, a la izquierda, poniendo en elegantísima caricatura la ceremoniosa reverencia usual de la reina doña María Victoria.
Venía a su memoria el himno que en Los Maestros Cantores entona el buen pueblo de Nuremberg viendo en el estrado del certamen a Hans Sachs, su cantor popular, bondadoso y dulce como el Padre Eterno.
Palabra del Dia
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