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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Su hermana la había humillado, su hermana se enfadaba de que quisiera tanto al sobrinito. ¿Y aquello qué era sino celos?... Pues cuando ella tuviera un chico, no permitiría a nadie ni siquiera mirarle... Recorrió el espacio desde la calle de las Hileras a la de Pontejos, extraordinariamente excitada, sin ver a nadie. Llovía un poco y ni siquiera se acordó de abrir su paraguas.

Acercóse á la entrada con paso mesurado por entre las hileras de soldados formados en el terrado, y al cruzar el umbral se postró en el pavimento con humildad profunda; luego dió algunos pasos más, volvió á postrarse, y llegando por último al trono alargó su mano con timidez, y Al-hakem le dió la suya.

Bajo un peristilo formado de maderos pintados de rojo, iluminado por hileras de faroles de papel transparente, me esperaba una membruda figura de bigotes blancos, apoyada en un grueso sable. Era el general Camilloff. Al adelantarme hacia él, lo hacía con el paso inquieto de las gacelas que, asustadas, huyen sin ruido entre los árboles.

Los chicos que iban a la par le miraban con asombro, y las bellas peñascas, evocadas por él, si no arrojaban flores, sonreían desde los balcones al verle tan descompuesto, mostrando unas hileras de dientes como nunca veréis en Sarrió, yo os lo juro.

Helosele la sangre que tenia, Murióse quando vió que muerto estaba La turba pertinaz en su porfia. Puesto que ausente el gran LUPERCIO estaba Con un solo soneto suyo hizo Lo que de su grandeza se esperaba. Descuadernó, desencajó, deshizo Del opuesto esquadron catorce hileras, Dos criollos mató, hirió un mestizo.

Los demás escuadrones de infantería, libres de la mayor parte de la caballería enemiga que les pudiera dañar, cerraron por la frente tan vivamente, que degolladas las primeras hileras donde estaban sus mas lucidos y valientes soldados, todo lo demas de la infantería se puso en huida aunque la caballería de Thracia y Macedonia, como la mejor y de mayor reputacion de aquellas Provincias, mantuvo por gran rato su puesto peleando con nuestra caballería, y defendió uno de sus escuadrones que no fuese roto, hasta que los Almugavares le abrieron por el otro costado, y por la frente, y entonces su caballería con mucha pérdida dejo el puesto, huyendo la vuelta de Cipsela.

Las sillas numerosas, siendo de notar que no se encontraban dos de una misma clase: era una escala que recorría desde la forrada de vaqueta con respaldo tallado, hasta la moderna de rejilla. En el suelo y arrimados á la pared había varias hileras de frascos de todas formas y tamaños, y esparcidos en curioso desorden yacían no pocos libros forrados en pergamino.

Doña Mónica, la patrona que le tenía alojado por la módica cantidad de tres pesetas cincuenta céntimos diarios en un cuarto de la calle de las Hileras, le aconsejaba prudentemente «que no hiciese caso y comiese», pero él no podía seguir este consejo prosaico al menos en su primera parte.

El camino del Grao á Valencia es una espléndida calle, cuyo pavimento es la arena, cuyo cuadro es una primorosa campiña, y cuyos edificios son cuatro inmensas hileras do álamos y chopos gigantescos; de pompa secular, que enlazando sus ramas de un lado á otra forman una bóveda moviente de 5 á 6 kilómetros.

Nos esperaban guardias y lacayos formados en largas hileras; y dando la mano a la Princesa subí con ella la gran escalera del regio edificio, morada de mis antepasados, de la cual tomé posesión como Rey coronado. Me senté después a mi propia mesa, teniendo a mi derecha a la Princesa, al otro lado de ésta a Miguel el Negro y a mi izquierda al venerable cardenal.

Palabra del Dia

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