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Actualizado: 7 de junio de 2025


Pero entonces no había caído en mi corazón ni una gota de hiel. La juventud es generosa, es buena, y no cree, no quiere creer que los demás son o pueden ser malos; piensa que sólo hay corazones nobles y almas bondadosas.

El ardiente amor que el Comendador le había infundido, siendo causa de que ella se humillase, se había convertido en espantoso aborrecimiento y sin perder este carácter, sin volver á su ser primero, porque ya no era posible, porque su alma tenía mucha hiel para poder amar, habíase recrudecido en su seno durante la entrevista con el hombre que le inspiraba.

Y así que se vió caballero, él, que profesaba cierto desprecio metafísico a las religiones positivas, aprovechó una procesión de la parroquia para llevar el farol, con la hermosa placa en el pecho y la banda por encima del frac. Los amigos de Maza tragaron mucha hiel.

Dadme, pues, papel, no lloréis, que tragos de hiel son para vuestras lágrimas, y si me provocáis á beberlas, matáranme, porque olvidaré mi propósito y todo se llevará el diablo y no hay para qué tanto. ¡Pluguiera á Dios que nunca hubiérais venido! dijo la de Lemos levantándose y sacando papel de un cajón.

Y cada «ta», por el tono con que don Alvaro lo suelta, parece un centón de blasfemia y una letanía de maldiciones. Doña Inés suele acudir entonces, y dice: ¿Por qué chillas tanto, diantre de hombre? Lo que padeces nada vale en comparación de la hiel y vinagre que dieron a Cristo. ¿Piensas que chilló nunca Job en el muladar tanto como chillas ahora? ¡Sufre y ganarás el cielo!

«¡Pillo, tunante! pensaba Jacinta comiéndose las palabras, y con las palabras la hiel que se le quería salir . ¿Qué sabes lo que es ley? ¡Farsante, demagogo, anarquista! Cómo se hace el purito... Quien no te conoce...».

La gatita de Mari-Ramos se escapó por el tejado, en amor y compaña de un gato pizpireto, que olía a almizcle y que tenía la mano suave. Demos tiempo al tiempo y no andemos con lilailas y recancanillas. Es decir, que mientras los amantes apuran la luna de miel para dar entrada a la de hiel, podemos echar, lector carísimo, el consabido parrafillo histórico.

34 En su tiempo Hiel de Bet-el reedificó a Jericó. En Abiram su primogénito echó el cimiento, y en Segub su [hijo] postrero puso sus puertas; conforme a la palabra del SE

Inmediatamente se vieron rodeados por una porción de aldeanas conocidas de Laura en otro tiempo, quienes prorrumpieron en exclamaciones de sorpresa y placer, saludándola con muestras de un regocijo espontáneo, y prodigándola mil epítetos cariñosos de los que tanto abundan en la lengua rústica y primitiva de estas comarcas, tales como «botón de rosa, lucero, corazón de manteca, reitana y palomina sin hiel». Ninguna, sin embargo, se atrevía á llamarla de , ni á besarla, aunque buena gana se les pasaba á todas.

A este propósito narraban algunas anécdotas de su infancia y adolescencia que acreditaban esta opinión. Otros, en fin, le tenían por un desdichado, por un hombre a quien los desengaños de su carrera literaria y los profundos pesares domésticos habían llenado el corazón de hiel. Suponían que Montesinos, aficionado a las letras, enamorado de la gloria, había ido a Madrid.

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