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Actualizado: 7 de mayo de 2025


Cuando uno recuerda a Oala y a Oliba de Ezequiel, la Nana de Zola es una paloma sin hiel, es una inmaculada cordera.

Su madre, la Condesa viuda, le idolatraba y le había mimado siempre; pero los mimos, lejos de pervertir las buenas naturalezas, las hacen mejores y más dulces; convierten la hiel en almíbar. Para el Condesito era fácil ser bueno. Nada envidiaba. Todo le sonreía. Ya hemos dicho que poseía quince mil duros de renta, que era de buena familia y que gozaba de perfecta salud.

La menor indisposición de su hija echaba ahora afuera, con el terror de perderla, los rencores de su descendencia podrida. Habían acumulado hiel sobrado tiempo para que el vaso no quedara distentido, y al menor contacto el veneno se vertía afuera.

Adeprende cómo se hace un planto. ¡Rosa de Jericó! Rosa sin espinas! ¡Mi reina de las manos blancas, que hilaban para los pobres!... ¡Paloma sin hiel! ¡Paloma de la Candelaria! ANDREÍ

Pertenecen á la segunda clase, los críticos para quienes todo es malo, para quienes nadie sabe nada, para quienes nadie debe escribir; que vierten hiel sobre las primeras ilusiones de un alumno de las Musas, que mutilan sin piedad sus composiciones, ensañándose en ellas con tanta como alevosía, como cristiano contra moro.

Los demás se mostraron igualmente alegres por la reconciliación y les felicitaron; pero Antonio no dejó de verter su gotita de hiel en la alegría de Velázquez. ¡Así me gustan los hombres! exclamó dándole palmaditas en el hombro. Una mujer como Soleá merece que nos echemos la fachenda á la espalda.

Pero como se contestase a sus enérgicas protestas con risitas v sarcasmos, concluyó por adoptar una actitud digna v despreciativa, mascullando palabras cargadas de hiel, los labios trémulos, la mirada torva. De vez en cuando dejaba escapar por la nariz un leve bufido de indignación.

Sin embargo, no debo hacerme el hombre de mundo. Cuando siento un codazo, ó un aplastamiento de pecho ó de nariz, acompañado de un afectuoso pardon, monsieur, la sangre se me sube á la cabeza, y en mi cara de hiel y vinagre, deben conocer evidentemente que no soy hijo de Paris.

Palabra del Dia

ciencuenta

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