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Actualizado: 12 de julio de 2025


Se quedó petrificada por la sorpresa y yo le tomé la mano sin hallar fuerzas para articular una sola palabra. La escasa, claridad que venía de fuera le prestaba la blancura de una estatua: sus dedos completamente inertes y helados se desprendían insensiblemente de mi mano como si fueran las de una muerta.

Las personas son frioleras, el frio se hace penetrante cuando sobreviene la fiebre, y recorre rápidamente el cuerpo; hay calosfríos, temblor general, y los piés y manos están helados.

Otros camareros venían después, sosteniendo platos luminosos, grandes bandejas, en cuyo interior elevábanse los helados en forma de castillos, aves o chalets, todos bajo campanas de cristal de diversos colores y con una bujía en el centro. Cerraban la marcha varias señoritas de gran sombrero y rubia cabellera suelta, que sonreían impúdicamente a los hombres enviándoles besos.

Ya pedía flores, ya helados que no había de tomar. De pronto pedía todos los libretos de ópera que se pudieran adquirir. Otra vez hizo llevar a su casa gran parte del almacén de música de Romero. «Pájaros, pájaros...». Le llevaron media plaza de Santa Ana. «¡Oh! ¡Tengo que contestar tantas cartas...!» Y se ponía a escribir.

Así, cuando algunos días después del baile, Juan acompañó a los Aubry de Chanzelles a la estación, la joven no se sorprendió de encontrar un ramo de soberbias rosas, cuyos tallos desaparecían en un artístico vaso de cristal, en el vagón que el señor Aubry había encargado para el viaje, como tampoco se admiró de hallar helados de aromas variados, en las pequeñas cajas de metal blanco, que Boissier ha puesto a la moda en el teatro.

Muchas veces le habían presentado construcciones sabias y complicadas, sobre las que apenas acercaba una mano temblorosa, pues temía ver derrumbarse todo de un golpe: los castillos movedizos de gelatina, las pirámides de trufas, las fortalezas de crema, los baluartes de pastelería, las rocas de helados.

Dijo simplemente: Usted me mima demasiado, Juan. Gracias, amigo mío. Y como él se excusase respondiendo fríamente: Esto es completamente natural; yo que a su mamá le gustan las flores. Pero ¿y los helados? ¡Oh! no me he olvidado que cierta señorita era muy golosa, en los tiempos lejanos en que me convidaba a sus banquetitos, a condición de que yo no comiese nada. Se rieron.

HELADO ARLEQUÍN. Si es para queso helado se pone una mitad del molde lleno de helado de fresa, y encima la otra mitad de mantecado; se tapa, se cubre de hielo todo, durante dos horas, y se saca con cuidado en el mismo momento de servirlo. Si se sirve, no como queso, sino en vasitos, se tienen los dos helados en sus respectivas heladoras, y se coloca mitad de cada uno, a lo largo.

La orina de los dementes se caracteriza por el predominio de la urea. Y diga usted prosiguió en voz alta, ¿no suele usted tener los pies fríos? Helados. En el invierno gasto dos pares de calcetines porque no los puedo sufrir. Y la cabeza ¿no se le calienta a usted? ¿La cabeza? ¡hecha un volcán!

Por respeto á Elena, aludía Robledo voladamente á los recursos de que se habían valido el mestizo y él para no perecer, bebiendo sus propios líquidos renales y los de sus caballos. Una manía atormentadora se apoderó de . Intenté recordar todas las veces que me habían invitado á beber en un café sin que yo quisiera admitir el líquido que me ofrecían: cerveza, aguas gaseosas, helados.

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