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Actualizado: 12 de julio de 2025
Hacía memoria, igualmente, de todas las fiestas á que había asistido pasando con indiferencia ante una gran mesa llena de jarros y botellas... Y yo me decía, perturbado por la fiebre, sin dejar de marchar: «Si entonces hubieses tomado todos los bocks de cerveza, todos los refrescos gaseosos, todos los helados que te ofrecieron y tú despreciaste, tendrías ahora en tu cuerpo una reserva líquida importante, pudiendo resistir mejor la sed.» Y este cálculo absurdo me atormentaba como un remordimiento, hasta el punto de sentir deseos de abofetearme por mi torpeza.
Había salido de las calles y había paseado en el paseo de Verano, ahora triste con su arena húmeda bordada por las huellas del agua corriente, con sus árboles desnudos y helados.
Soy el primero en reconocer su habilidad singularísima á este arte; pero estoy viendo que tanta habilidad no consiste las más de las veces, sino en causar efectos contra la verdad de las cosas. Hagamos sentir, despertemos impresiones nuevas, y lo demás salga por el postigo. La accion pasa en Holanda; en Holanda hay lagos helados; sobre estos lagos patinan los hijos del país.
En el choque de estos dos ríos marinos, los infinitos seres que arrastra el Gulf Stream desde los mares tropicales morían súbitamente helados. Una lluvia de pequeños cadáveres descendía á través de las aguas. Los bacalaos se aglomeraban para nutrirse con este maná, y era tan espeso, que gran parte de él, librándose de las ávidas mandíbulas, iba á depositarse en el fondo como una nevada caliza.
Luego, Julio había hecho un viaje á Buenos Aires, encontrando en el otro hemisferio las últimas sonrisas del otoño y los primeros vientos helados de la pampa. Y cuando se imaginaba que el invierno era para él la eterna estación, pues le salía al paso en sus cambios de domicilio de un extremo á otro del planeta, he aquí que se le aparecía inesperadamente el verano en este jardín de barrio.
Y mejor que los lechos iguales y helados, con algo de cuartel o de hospital, les sabe más gustoso apretujarse en la escalerilla de Cuchilleros. Ante todo, hacer lo que les dé la real gana, y después Dios proveerá... Es estéril toda iniciativa contra la mendicidad: es como una costra del alma española, que no curan los bandos de ningún corregidor.
De cuando en cuando, Mantoux u otro criado de la casa, servía café, helados o confituras, según los usos de la hospitalidad oriental. Los huéspedes se extrañaban de que la dueña de la casa fuese la única fumadora de toda la concurrencia. En Oriente se fuma siempre. Vosotros arrojáis el cigarrillo a la puerta de una casa, pero la dueña os ofrece otro en seguida.
En la sacristía nos hacen la caridad de dejarnos un poco de fuego; pero aun así, muchas mañanas falta poco para que nos recojan helados. Los del cabildo llaman al coro «matacanónigos». Y si esos señores se quejan por una hora de estancia en esta nevera, bien comidos y mejor bebidos, figúrese usted qué será de nosotros. Ha tenido usted suerte de entrar en verano.
Los criados entraban con bandejas de chocolates y de helados. Cobo Ramírez cogió una mesilla japonesa, la llevó a un rincón, sentóse frente a ella y se apercibió a engullir. Pepa Frías echó una mirada en torno, y viendo al general Patiño acercarse, le dijo: General, tome usted estas cartas: estoy cansada de jugar. Dáselas tú a Pepe, Clementina; vamos un poco al salón.
Dejónos más helados que el mismo mar vista semejante, aprestando las armas, más por muestra de ser hombres que con pensamiento de defenderse.
Palabra del Dia
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