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¿Quién me ha metido a en este villorrio, entre este hato de villanos? exclamó la mujer, furiosa . ¿Quién me ha casado con este rapabarbas, con este mostrenco, que después de haberse comido la dote que me envió el duque, se atreve a insultarme? ¡A , la célebre María Santaló, que ha hecho tanto ruido en el mundo!

Aquí quedan cansados los carneros, Allí desmaya ya y muere el caballo, Desean muchos hombres verse en cueros El hato dejan ya por no llevallo. A los Charcas salieron mensageros, Quiñones se priesa, que encontrallo Al Virrey con socorro determina En el asiento y pueblo de Tomina.

Pues aun en este término parece imposible pudiesse disponerse una dama ilustre y discreta á querer tan ciegamente á un pastor, hacerle su secretario, declararle por enigmas su voluntad y ultimamente arriesgar su fama á la arrojada determinacion de un hombre tan humilde, que en la opinion de entrambos, el mayor blason de su linage eran unas abarcas, su solar una cabaña, y sus vasallos un pobre hato de cabras y bueyes.

Quedó en cuadro su rebaño, y él, que había tenido fuerzas para gobernar un hato tan considerable, desmayaba ahora al verse solo, al percibir la hostilidad con que le miraban algunas de sus antiguas y queridas ovejitas. Porque no solamente ya no llegaban a su casa los ricos dones ultramarinos y nacionales de otros tiempos, sino que con profundo dolor notaba que empezaba a discutírsele.

Los bergantines suben prestamente A descargar el hato que llevaban, El Guaranì acudiera diligente A ver que los cristianos esperaban. Recibidos de paz, y prestamente Los indios

-Ahora bien, sea así como vuestra merced dice -respondió Sancho-, vamos ahora de aquí, y procuremos donde alojar esta noche, y quiera Dios que sea en parte donde no haya mantas, ni manteadores, ni fantasmas, ni moros encantados; que si los hay, daré al diablo el hato y el garabato. -Pídeselo a Dios, hijo -dijo don Quijote-, y guía por donde quisieres, que esta vez quiero dejar a tu eleción el alojarnos.

El Canónigo había visto morir a mucha gente y, al mirar ahora aquel aflojamiento de la mandíbula y aquellos ojos descoloridos, pensó que su discípulo preparaba el hato para el viaje sempiterno, y que la muerte no volcaría su reloj muchas veces más junto a aquella cabecera. No había tiempo que perder. Valor, valor, hijo mío exclamó. Si habéis de morir o no de esta cuita, sólo Dios lo sabe.

Llevaba siempre tras , en las horas de recreo, un hato de niñas precozmente místicas, preguntonas, rezonas y cuya conducta, palabras y entusiasmos pertenecían a lo que podría llamarse el pavo de la santidad. Difícil es averiguar lo que pasó en el cotarro que formaban Sor Facunda y sus amiguitas.

El día que se hubo de representar esta comedia, y siempre que se hacía, quitábase el autor en el vestuario un vestido, y prestábasele á Solano, encargándole mucho que no le pegase ningún piojo. «Anduvimos en esta alegre vida poco más de cuatro semanas, comiendo poco, caminando mucho con el hato de la farsa al hombro, sin haber conocido cama en todo aqueste siglo.

Digo, pues, que, en oyendo nuestra respuesta el mancebo, volvió las riendas y encaminó hacia el lugar donde le señalamos, dejándonos a todos contentos de su buen talle, y admirados de su demanda y de la priesa con que le víamos caminar y volverse hacia la sierra; y desde entonces nunca más le vimos, hasta que desde allí a algunos días salió al camino a uno de nuestros pastores, y, sin decille nada, se llegó a él y le dio muchas puñadas y coces, y luego se fue a la borrica del hato y le quitó cuanto pan y queso en ella traía; y, con estraña ligereza, hecho esto, se volvió a emboscar en la sierra.