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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Esta visión hacía gemir de nuevo á la señora de Hartrott: «¡Ay, mis hijos!» Su cuñado, por humanidad, la había tranquilizado sobre la suerte de uno de ellos, el capitán Otto. Estaba en perfecta salud al iniciarse la batalla. Lo sabía por un amigo que había conversado con él... Y no quiso decir más. Doña Luisa pasaba una parte del día en las iglesias, adormeciendo sus inquietudes con el rezo.
Su hijo estaba en peligro... ¡Que muriesen todos los Hartrott antes de que Julio recibiese la herida más insignificante!... Participó de los sentimientos belicosos de su hija, reconociendo en ella un gran talento para apreciar los sucesos. Deseaba ver transportadas á la realidad todas las puñaladas fantásticas de Chichí.
Vió con escándalo cómo la esposa de Hartrott se arrodillaba entre estas gentes, elevando luego los ojos para fijarlos en la cruz con una mirada de angustiosa súplica.
Repito insistió Hartrott que este país va á conocer revoluciones aquí é insurrecciones en sus colonias. Sé bien lo que digo... Rusia tendrá igualmente su revolución interior, revolución con bandera roja, que obligará al zar á pedirnos gracia de rodillas. La India va á sublevarse contra ella y Egipto cree llegado el momento de su emancipación.
Enjuto, huesudo y fuerte, procuraba disimular su rudeza de hombre de pelea con una negligencia suave y perezosa. Los oficiales le trataban con gran respeto. Hartrott había hablado de él á su tío como de un gran artista, músico y poeta. El emperador era su amigo: se conocían desde la juventud.
El capitán dió órdenes á un soldado, y éste volvió poco después con un pedazo de tiza que servía para marcar las señales de alojamiento. Von Hartrott deseaba proteger á su tío. Y empezó á trazar una inscripción en la pared, junto á la puerta: «Bitte, nicht plündern. Es sind freundliche Leute...» Luego la tradujo, en vista de las repetidas preguntas del viejo. Quiere decir: «Se ruega no saquear.
Desnoyers presentó á su camarada, para que el recién llegado no se equivocase acerca de su condición social. He oído hablar de él. El señor es Argensola, un joven de grandes méritos. Y el doctor Julius von Hartrott dijo esto con la suficiencia de un hombre que lo sabe todo y desea agradar á un inferior, concediéndole la limosna de su atención.
Don Marcelo regresó á su casa apretando los dientes, moviendo su bastón de un modo alarmante. ¡Ah, bandidos!... Deseaba de pronto que su cuñada cambiase de sexo; ¿por qué no era un hombre?... Aún le parecía mejor que de repente pudiese tomar la forma de su marido von Hartrott. ¡Qué entrevista tan interesante la de los dos cuñados!...
Ya sabe usted continuó Argensola que, al pelearse con Wágner por el exceso de germanismo en su arte, proclamó la necesidad de mediterranizar en música. Su ideal fué una cultura para toda Europa, pero con base latina. Julius von Hartrott contestó desdeñosamente, repitiendo las mismas palabras del español. Los hombres que piensan mucho dicen muchas cosas.
¡La sonrisa irónica, feroz, cortante del doctor!... Argensola no había conocido al viejo Madariaga, y sin embargo, se le ocurrió que así debían sonreir los tiburones, aunque jamás había visto un tiburón. Es la guerra afirmó Hartrott . Cuando salí de Alemania, hace quince días, ya sabía yo que la guerra estaba próxima. La seguridad con que lo dijo disipó todas las esperanzas de Julio.
Palabra del Dia
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