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Actualizado: 26 de mayo de 2025
No supo decir palabra en los primeros momentos; embargole la emoción y una lágrima se deslizó por su rostro honrado y varonil. ¡Oh, María, si supieses qué feliz me haces! le dijo en voz baja y temblorosa . Si tú quisieras llevarme, ¿adónde no iría yo contigo? Tú no puedes comprender lo que ansío que me hables, que me sonrías, que me dirijas.
Pero, óyelo, óyelo: ninguna te amará como yo; ninguna tendrá para tí este amor que encadena mi alma a la tuya; amor que es mi dicha y desgracia. Se ha hecho dueño de mi corazón, le ha dominado por completo, y ahora, y siempre, será objeto de todos mis anhelos, consuelo mío en todas las horas de dolor. Angelina, ¡no hables así!... ¡Mira que me atormentas! Apura hasta las heces el cáliz del dolor.
¡Que barbarie! exclamó Martín . ¿Se ha de estar siempre hecho un esclavo, sembrando patatas o cuidando cerdos? Prefiero la guerra. ¿Y por qué prefieres la guerra? Para robar. No hables, Capistun, que eres comerciante. ¿Y qué? Que tú y yo robamos con el libro de cuentas. Entre robar en el camino, o robar con el libro de cuentas, prefiero a los que roban en el camino.
Registra mi corazón por arriba, por abajo, escarba en él con el más curioso afán, ábreme las venas, y si encuentras una sola pulsación que se asemeje a la simpatía, el más leve rudimento del cual se pueda decir que puede ser amor algún día, llévame a Julia sin esperar un momento y me caso con ella; si no, no me hables más de esa niña que me es insoportable y...
Pero no me hables de ésa; me ha causado mucho daño; ha roto mi vida: no sé cómo no he muerto. ¿Has pensado bien en lo que es ser la familia de los Luna durante siglos el espejo de la catedral, el respeto hasta de los mismos arzobispos, y de repente verse uno entre los últimos, expuesto a las risas de todos, pudiendo mirarle con compasión hasta el último monaguillo? ¡Lo que yo he sufrido! ¡Las veces que he llorado de rabia, a solas en esta habitación, después de oír lo que se murmuraba a mis espaldas!
Esta razón hizo efecto grande en el ánimo de Rubín. «No importa que estés aquí. Con tal que no me hables, estudiaré. Viéndote, parece que comprendo mejor las cosas, y que se me abren las compuertas del entendimiento. Te pones aquí, tú a tu costura, yo a mis libros. Cuando me siento muy torpe, ¡pim!, te miro y al momento me despabilo».
Si eres de esos continuó Elías, vuelve á tu pueblo y no hables de mí; no digas que me has visto; no creas que existo; y es verdad: para ti he muerto. Pero deje usted que me explique... ¿Qué vas á decir? Yo pienso ... usted comprenderá que yo tengo mis ideas ... he leído y tengo convicciones, sí, señor; estoy profundamente convencido....
Ahora iré con Angelina y con usted a todas, a todas, para acordarme de mis buenos tiempos. ¿Se acuerda usted, tía Pepilla, de cuando me llevaba usted a las misas de aguinaldo que decía en el Cristo el P. Artega? No me hables de eso, hijo mío, ni me recuerdes a ese infeliz que se hizo hereje, protestante, apóstata.... Y desdeñando la conversación cortó la hebra de su charla.
Porque se harán alas, como alas de águila, y volarán al cielo. 7 porque cual es su pensamiento en su alma, tal es él. 8 ¿Comiste tu parte? La vomitarás; y perderás tus suaves palabras. 9 No hables a oídos del loco; porque menospreciará la prudencia de tus razones. 10 No traspases el término antiguo, ni entres en la heredad de los huérfanos;
Además, hay el alma de las mujeres. ¿Creerás que las dos que venían conmigo rieron el insulto del rojo, encontrándolo muy oportuno?... Y no me hables de que las hembras se sienten atraídas en todas ocasiones por el guerrero.
Palabra del Dia
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