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Actualizado: 24 de noviembre de 2025
Además, los movimientos de sus brazos indicaban un afán de ser levantado hasta el rostro del gigante para poder hablarle con toda confianza. Gillespie lo colocó sobre la palma de su diestra y lo fué elevando hasta cerca de sus ojos.
Primeramente, quería hablarle de cierta carta sorprendida en el despacho de su esposo. Sánchez Morueta había llegado el día anterior, después de una permanencia de dos semanas en Francia, por asuntos del comercio: millonarios extranjeros, que veraneaban en Biarritz y con los cuales había de tratar nuevos negocios. Esto, según él daba á entender en sus escasas palabras.
Pero mamá, podíamos hablarle al tío.
Y más aún, si cabe, le atormentó y afligió el ver á Clara esquiva, tímida como nunca, apartándose de él y no queriendo apenas hablarle, aunque mirándole á veces con involuntarias amorosas miradas, que se conocía que ella dejaba escapar á su despecho, y con las cuales, más que amor, reclamaba piedad, conmiseración y hasta perdón por su inconsecuencia de dejarle, de haber alentado sus esperanzas, y de matarlas ahora entrando en el claustro.
Se había vestido precipitadamente, parecía asustada, y antes de que Robledo la saludase, preguntó con ansiedad: ¿Le ha ocurrido alguna desgracia á Watson?... ¿Por qué viene usted á estas horas?... Sonrió Robledo irónicamente antes de contestar. Watson está bien; y si vengo á tales horas, es para hablarle de otro.
Adiós, Juanita. Deténgase usted, don Paco; no se vaya usted enojado contra mí. ¿No conoce usted muy a las claras que yo le quiero de corazón y que mi mayor placer es verle y hablarle? Como soy franca y leal, procuro no retener a usted con esperanzas vanas. Mucho me pesaría de que usted me acusase un día de que yo le engañaba.
Por esto no podía evitar cierto gesto de superioridad desdeñosa cuando, revestido de la capa pluvial y empuñando la vara de plata, se acercaban a hablarle los curas de los pueblos de paso por la Primada.
En seguida me propuso que nos tratásemos de tú, pero después de aceptado se volvió atrás ofreciéndome que yo la tratase de tú y ella siguiese con el V. No quise conformarme. Pues mire V., yo no puedo hablarle de tú; me da mucha vergüenza... Pero, en fin, vamos a ensayar.
Lo había perdido todo. Al día siguiente tendría que solicitar un nuevo préstamo de su pariente para volver al «trabajo». Miguel sintió otra vez la necesidad de hablarle de la visita de la mañana. Era mejor una explicación franca que evitase alusiones é ironías. Sí, la he visto dijo Castro . Os seguí desde una ventana cuando paseabais por los jardines.
Señora... Y aquí se atascó el diálogo, porque la santa no se atrevía a pasar adelante. Pero quiso Dios que la misma esfinge le abriese camino diciéndole: «Yo conocía a usted de vista y de fama; pero nunca había tenido el gusto de hablarle... Es usted una santa, y cuando se muera, la canonizaremos y la pondremos en los altares».
Palabra del Dia
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