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Actualizado: 12 de junio de 2025


En la sacristía, guarnecida en derredor de cómodas, cuya parte superior formaba una mesa prolongada, los cajones estaban abiertos y vacíos. En ellos se guardaron antes las albas de holán guarnecidas de encajes, los ornamentos de terciopelo y de tisú, en los que la plata bordaba el terciopelo; el oro, la plata, y las perlas, el oro.

Y la quemaron, y apagaron el fuego con vino, y guardaron las cenizas de Héctor en una caja de oro, y cubrieron la caja con un manto de púrpura, y lo pusieron todo en un ataúd, y encima le echaron mucha tierra, hasta que pareció un monte. Y luego hubo gran fiesta en el palacio del rey Príamo. Así acaba la Ilíada, y el cuento de la cólera de Aquiles. Un juego nuevo y otros viejos

Vestía frac azul con botón dorado, chaleco floreado, pañuelo de seda negro enrollado al cuello, pantalón ceñido con trabillas y el sombrero blanco de copa alta. Contaría setenta años de edad, alto, enjuto, aguileño, rasurado. Todos guardaron silencio respetuoso y miraron con asombro á aquel varón profundo, honra de la comarca que le vió nacer.

Todos, entre sorprendidos y contrariados, guardaron silencio unos instantes: doña Manuela fue la única que, no por hipocresía, sino por docilidad, movió los labios, como si rezara en voz baja. El primero que se atrevió a hablar, fue Pepe: A ver, chico, a qué te sabe el pan de tu casa. Lo que da el Señor, es bueno, donde quiera que lo .

No guardaron proporción la falta y el modo de expiarla: fue víctima dos veces sacrificada al egoísmo ajeno: una para satisfacer la ilusión del amor; otra para contribuir a la comedia del decoro: llegando en medio del dolor a tal punto su pureza de pensamiento, que jamás acarició la idea de engañar a un hombre para encubrir su desventura.

Lo más probable es que, indignados justamente por ella, me recriminasen duramente y me prohibiesen la entrada en esta casa... Bien, cásate con ella... ¡y en paz! dijo Venturita poniéndose en pie un poco pálida. ¡Eso nunca! O me caso contigo, o con nadie. Entonces, ¿qué hacemos? No replicó el joven bajando la cabeza con tristeza. Ambos guardaron silencio unos instantes.

Sin embargo, tanto juró y perjuró y tan sofocado se puso que la irritada zagala no pudo menos de rendirse al calor de sus palabras, aunque quedándole todavía alguna duda. Guardaron silencio prolongado. Jacinto con la cabeza baja y el semblante triste jugaba con su garrote esparciendo las cenizas del lar.

El viajero percibió que se trataban de usted, y entonces los examinó con viva atención. El padre Gil se turbó bajo su mirada fija, inquisidora. Por fortuna, a la tercera estación se bajó. Pero todavía, en pie sobre el andén, los seguía saetando con los ojos hasta que el tren se puso en marcha. Ambos guardaron silencio obstinado.

15 Mas los sacerdotes levitas, hijos de Sadoc, que guardaron el ordenamiento de mi Santuario, cuando los hijos de Israel se desviaron de , ellos se acercarán a para ministrarme, y delante de estarán para ofrecerme la grosura y la sangre, dijo el Señor DIOS. 16 Ellos entrarán en mi Santuario, y ellos se acercarán a mi mesa para ministrarme, y guardarán mi ordenamiento.

8 Y no ser como sus padres, generación contumaz y rebelde; generación que no compuso su corazón, ni su espíritu fue fiel con Dios. 10 No guardaron el pacto de Dios, ni quisieron andar en su ley; 11 antes se olvidaron de sus obras, y de sus maravillas que les había mostrado. 12 Delante de sus padres hizo maravillas en la tierra de Egipto, en el campo de Zoán.

Palabra del Dia

rigoleto

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