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Actualizado: 24 de junio de 2025
«Cualquiera diría que me protege pensaba . Ella es el hombre, y se alegra de que la débil compañera, que soy yo, se halle á cubierto del peligro... ¡Qué situación tan grotesca!...» Por fortuna, algunas tardes, al presentarse Margarita en el estudio, volvía á ser la misma de los tiempos pasados, haciéndole olvidar instantáneamente sus preocupaciones.
Era la carátula más grotesca que imaginarse puede, pues uno de los lados de su rostro parecía calabaza, y era tal el peso, que no separaba de aquella parte la mano. El Majito se metió de un salto en la tienda de la Sanguijuelera. Esta solía mimarle y le obsequiaba unas veces con piñones y otras con azotes. «Hola, lagartijilla, ¿ya estás aquí?... No enredes en la tienda, porque vas a cobrar.
Y después de levantarse del sillón-trono con toda la pesadez de su volumen, se alejó imitando la ligereza de una niña, no sin enviar antes á Robledo un beso mudo con la punta de sus lentes. Desconcertado por esta agresividad pasional, y ofendido al mismo tiempo porque creía verse en una situación grotesca, el ingeniero abandonó igualmente el solitario gabinete.
Todavía, al son de las castañuelas, bailan los seises en la catedral de Sevilla. No pretendo yo que canonicemos y santifiquemos la danza, pero es un dolor que nuestra danza nacional vaya perdiendo cada día más su carácter propio y castizo ó bien que se avillane, se corrompa y se haga más grotesca, chula y gitana.
El futuro ministro subió por la calle de Alcalá, atravesó la Puerta del Sol y entró por la calle del Carmen; frente a la iglesia de este nombre había parada una grotesca estudiantina, vestida de amarillo y encarnado, tocando desentonadamente el vals de La Gran Duquesa.
La niña le preguntaba por los suyos, y él respondía como aturdido, no pudiendo pensar en otra cosa que en su grotesca aparición. Vergüenza mayor no había pasado jamás. ¿Qué gesto, qué palabra podría hacerle recobrar su apostura? Todos pedían a Beatriz que danzara, y ella se excusaba débilmente.
Casi sonrió de lástima al darse cuenta del enorme engaño que representaba el tocado de aquella vagabunda. Vista á cierta distancia, era una mujer pobremente vestida, pero con cierta pretenciosidad que podía engañar á los hombres humildes ó á los imaginativos, dispuestos á creer en la elegancia de toda hembra que se fije en ellos. Contemplada de cerca, resultaba grotesca.
Se le ocurrían proyectos disparatados, crímenes de tragedia, pero los desechaba en seguida. «Estaba atado por todas partes». Cualquier atrocidad de las que se le ocurrían, que podía ser sublime en otro, en él se le antojaba, ante todo, grotesca, ridícula. Pero aquella sotana le quemaba el cuerpo. La idea de maníaco de que estaba vestido de máscara llegó a ser una obsesión intolerable.
Fue todo aquello una grotesca escena de sainete, acaecida en un segundo, y, sin embargo, aquella pequeña y ridícula trivialidad de la vida decidió para siempre de la suerte de Jacobo...
Pues eso es cabalmente lo que debe decirse de los españoles, que van á Francia para traerse la grotesca palabra Bolsa, arrinconando, para que crie moho, la palabra lonja; término propio, lógico, natural, en relacion perfecta con las tradiciones de nuestro idioma; con su pensamiento y con su melodía; es decir, en perfecta relacion con su etimología, con su filosofía y con su esthética.
Palabra del Dia
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