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La suntuosa catedral de Paris no tiene esos techos despejados, claros, altísimos, atrevidos y majestuosos de la catedral gótica: no tiene tampoco esas bóvedas aplanadas, casi chatas, esa atmósfera oscura, ese horizonte misterioso de la mezquita árabe; no tiene la esbeltez, la elegancia, la virilidad, la pompa sencilla y sublime del palacio griego y toscano.

Nicephoro Gregoras Autor Griego de aquellos tiempos refiere lo mucho que Andronico la estimó con estas mismas palabras: Fuéle tan agradable al Emperador como si viniera del cielo. Decia que todos los Griegos le eran sospechosos y enemigos, y así continuamente procuraba amistades y ligas con los extraños, que ojalá nunca lo hiciera.

El terrible griego estaba allí, y á pesar de la admiración que Spadoni tributaba á su gloria, lo trató con implacable hostilidad. «¡Banco!», dijo al verle en su silla de banquero con quince mil francos delante. Y al presentar sus cartas, «abatió nueve», mientras el pobre Spadoni sólo tenía cinco. ¡Adiós los quince mil!

Para los canónigos, es griego puro todo lo que duerme en los archivos de música, y nosotros los artistas eclesiásticos formamos raza aparte, estamos, cuando más, un peldaño por encima de los sacristanes. El maestro, el organista, el tenor, el contralto y el bajo formamos la capilla.

Volvieron, pues, los embajadores que Al-hakem envió al emperador griego, trayendo consigo un artífice y ademas trescientos veinticinco quintales de sofeysafá que aquel príncipe le mandaba de regalo.

De la cama se ha el pobre levantado, Sin saber de este caso como fuese. La espada con gran ánimo ha empuñado; Mas ¿quien era posible resistiese A tantos, pues que Hércules el griego No pudo contra dos entrar en juego?

Es verdad que los padres de Trento pronunciaron acerca del uso i autoridad de los testos hebreo i griego, que su mente i voluntad fué solo decretar que en atencion al respeto con que desde los primeros siglos de la Iglesia estaba recibida la Vulgata, i á que en ella no habia cosa opuesta á los dogmas de la religion ni á las buenas costumbres, de allí en lo sucesivo los espositores de la sagrada Escritura en sus comentarios, glosas ó escolios, los maestros en sus lecciones i disputas, i los predicadores en sus pláticas ó sermones, se sirviesen de la Vulgata, con absoluta esclusion de las otras versiones latinas.

A las siete y media de la tarde tuvimos que pedir auxilio al fiacre, y nos dirigimos á la Magdalena. ¡Hermoso edificio! ¡Fábrica suntuosa! Al contemplar aquel enorme grupo, me parece que no estoy en Paris. Creo que me han hecho viajar estando dormido, y que despierto en Grecia. La Magdalena es un fastuoso palacio griego, no un templo cristiano.

Vió poco después algunos de los curiosos que entraban en el bar, deteniéndose ante el mostrador para beber. Hablaban con grandes aspavientos de asombro. Al oir el nombre del griego repetido muchas veces, fijó su atención. Había gritado «¡bancoal empezar una nueva talla, cuando la banca poseía ciento cuarenta mil francos. Sólo aquel hombre de suerte era capaz de tal atrevimiento.

Con esto se confirmaron en su rebelion; porque no hay cosa que más la asegure un hecho semejante, cuando la atrocidad quita la esperanza del perdon. Este hecho no le parece al Griego Pachimerio que lo refiere digno de vituperio, antes lo aprueba y alaba; con que claramente se debe tener por apología más que por historia la suya.