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Actualizado: 27 de junio de 2025
Al entrar en el soportal de una calle estrecha y solitaria, el caballero apretó el paso y las mujeres lo aflojaron, de suerte que muy presto se juntaron. El caballero se dirigió a María y le dijo gravemente en voz baja: Señorita, esta noche llegué de donde usted sabe. He pedido a Dios que le trajese a usted bueno, don César. Gracias, gracias. ¿Ha terminado usted de bordar el estandarte?
La joven se aproximó aún más y gravemente puso los labios en el blanco rostro de su madre. Si aquel beso tuvo propósito de llegar al corazón, cosa que debe ponerse en duda, se quedó en la mitad del camino. La noble dama no lo sintió llegar. Su frente se arrugó. De sus ojos se borró la expresión de enternecimiento.
Al cabo de un rato volvieron, sin saber cómo, a encontrarse sus ojos, y otra vez soltó a reír la devota, mirándole con semblante alegre. El padre Gil no hizo aprecio de ello y volvió el suyo hacia la ventanilla. Pero Obdulia exclamó: ¿A que no sabe, padre, de qué me estoy riendo? Usted dirá repuso gravemente el clérigo sin volver la cabeza. Pues de usted.
También esta vez tengo que excusarme por mi lentitud en escribirte; pero tenía una repugnancia inconcebible a la pluma, al papel, a mis ideas, a mis sentimientos, a todo, hasta a Luciana... Sí, Luciana, mi Luciana me resultaba una carga, un dolor, un despecho constante. Estaba celoso, y la he ofendido gravemente, como un estúpido.
Me mordí los labios hasta que brotó la sangre. Pero a pesar de todo quise permanecer serena, quise desempeñar el papel de ángel protector. Roberto dije, te has equivocado gravemente con respecto a mí: nada he tenido nunca contra ti. Me he vuelto temerosa y arrogante en el extranjero, eso es todo. Debes armarte de paciencia para tratarme, debes tener confianza en mí... ¿quieres?
Viene de entre los vivos, sabe lo que ha pasado en el mundo, es la encarnación de esa esperanza de la llegada que en los últimos días se hace áspera y violenta... Estábamos todos apiñados en la escalera. El práctico saludó gravemente «¿Qué hay de nuevo?» preguntó alguno. «Garibaldi is died». Así tuve la primer noticia de la muerte del héroe de San Antonio.
A la derecha hay centeno de invierno, como de costumbre; pero a la izquierda, donde se plantaban en otro tiempo las patatas, hay entonces una huerta en la que se alinean gravemente, en filas regulares, los espárragos y los tallos de remolacha.
Un vez depositado el cuerpo en la caja, el socio de Tennessee lo cubrió con una tela embreada, montó gravemente en el estrecho pescante delantero, y con los pies sobre las varas, arreó al jumento, avanzando el vehículo lentamente, con aquel paso decoroso que, aun en circunstancias menos solemnes, es habitual a tan inteligentes cuadrúpedos.
Venimos á hablar al magistrado, dijo Marenval gravemente. No esperéis, sin embargo, que vaya á ponerme la toga, dijo el juez riendo. Vénganse á mi gabinete y allí estaremos más cómodos. Les condujo á la pieza de que acababa de salir y les dijo indicándoles dos butacas: Siéntense ustedes. Vamos á ver; ¿han cometido ustedes algún crimen? ¡No!
Mariano se había casado hacía dos años y dejaba un niño de pocos meses. La viuda era una joven buena y honrada, pero de escasa disposición para el trabajo, y que sobre esto gozaba de poca salud. Viose gravemente apurada para poder subsistir. El niño le estorbaba mucho en cualquier trabajo.
Palabra del Dia
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