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Temo que no se pueda evitar replicó Leighton, gravemente. Aquí está escrito, y nos veremos obligados a comunicarle a este hombre, sea quien sea, su nombramiento, con un sueldo de cinco mil libras anuales. ¿Y tendrá, en efecto, completo poder sobre sus asuntos? Absolutamente.

Por eso había sacado de su casa á Dorotea para llevarla á palacio. El padre Aliaga, por su parte, gravemente interesado en conocer á la Dorotea, y por las demás razones que hemos indicado, había ido á palacio también. El confesor del rey entró, llevado en su silla de manos, por la puerta de las Meninas, y se hizo conducir á un rincón del patio, bajo las galerías.

Luego, gravemente y afectando indiferencia, respondió: Antoñico tiene buena sombra y me hace reir... Y ¿qué hay con eso?... Los demás también se ríen... Si no lo haces ahora es porque le has tomado tema. ¿Quieres que habiendo jarana ponga la cara larga como si fuese á hacer testamento!... Hijo, eso no puede ser... Cada cual es cada cual, y porque no críes bilis no me voy á morir de empacho de risa.

Juan Pablo entraba despacio y muy serio, como hombre que va a cumplir una obligación sagrada. Dirigía el paso gravemente hacia las mesas de la derecha y se sentaba siempre en el propio sitio con matemática exactitud.

Velázquez la tomó, se la echó en el bolsillo gravemente y guardó silencio. El otro, viendo que no quería seguirle el humor é inquieto por su actitud sombría, se apresuró á despedirse. Vaya, hijo, que pases buena noche... y otra vez no seas tan desaborío con los amigos que te aprecian. Adiós dijo Velázquez secamente.

Vaya usted, vaya usted, señor de Barragán, porque le digo a usted que si allí no se cura la ictericia en ninguna parte se la curará usted. Señora, yo no padezco de ictericia ni me duele nada repuso gravemente Barragán . Lo único que tengo es que quisiera saber... vamos, quisiera saber si hay algo o no hay nada...

La sorpresa de D.ª Robustiana fué inmensa al verla entrar por casa. ¡Señorita! exclamó con voz angustiada y plegando sus manos. No; no ha muerto respondió gravemente la señora comprendiendo la tácita pregunta que aquella exclamación significaba. Han llegado felizmente á Panticosa y parece que no está peor. No dijo más.

Con esto, piadoso, discreto, No sufrirás la tuya y mi deshonra; Antes harás volver, la espada en puño, A Sancho su mujer, su hija a Nuño. D. TELL. Pésame gravemente, Sancho amigo. De tal atrevimiento, y en mi tierra No quedará el villano sin castigo Que la ha robado y en su casa encierra.

Alma y vientre eran por completo de un Mandarín. Así es que no dije a la generala: «Bon jour, madame», sino que, doblado por la cintura, haciendo girar los puños cerrados sobre la frente, baja, hice gravemente el «chinchín». ¡Está usted adorable, precioso! decía ella con su linda sonrisa, golpeando las manos diminutas y pálidas.

No sucedió así con el de Santiago, porque los que habian emprendido su ataque, lo egecutaron repetidamente con el mayor teson, en los que lograron herir gravemente al oficial y á muchos soldados, de los que le defendian.