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Actualizado: 8 de mayo de 2025


En este tiempo Godofredo se hallaba terminando una historia de Santa Isabel de Hungría, que se preparaba a dar a la imprenta. Y como quisiese poner al frente del libro el retrato de la Santa, pidió a Presentación el suyo para hacerlo grabar. Este rasgo ingenioso y delicado causó impresión profunda, tanto en su novia como en D.ª Carolina.

La sonrisa despreciativa del presbítero le enrojecía la cara como una bofetada. Dígale usted ahora, padre profirió Godofredo, que yo, en este asunto, no he hecho más que acatar los consejos de mi confesor. Los consejos no; los mandatos chilló Laguardia. Yo, como su director espiritual, le he ordenado renunciar a ese matrimonio. que se ha hecho violencia para ello. ¡Tanto más meritorio!

En sus ojos límpidos, húmedos, brillaba siempre la sonrisa dulce y resignada de los seres que han nacido para víctimas. Había en tal adorable criatura algo de cordero y mucho también de paloma, como si estos dos animales hubiesen cedido de buen grado el uno su resignación, el otro su inocencia, para formarle. Godofredo Llot no era un muchacho de estos tiempos, como decía muy bien D.ª Rafaela.

Al mismo tiempo, las aventuras galantes que los domingos solían correr les infundían la audacia y habilidad indispensables para apoderarse de los corazones femeninos. En este punto llevaban inmensa ventaja al piadoso Godofredo, que era todo candor, y que al acercarse a cualquier mujer se arrebolaba como una nube herida por el sol.

Gozaba igualmente el honor de ser recibido en el palacio episcopal y de que el Nuncio de Su Santidad le llamase por su nombre cuando le besaba el anillo en el paseo. Y sobre estas bellas cualidades que le hacían estimable y simpático en sociedad, particularmente a las señoras, poseía Godofredo algunas otras dignas de aprecio.

¡Un moreno bien desaborío!... tan desgarbadote y tan sucio... Creo que no tiene más gusto que escandalizar a ese pobrecito de Godofredo. ¡Desalmadote! ¡pordiosero! ¡Puhá! Y miraba al mismo tiempo con ojos coléricos a la mesa donde Adolfo Moreno seguía enfrascado en la lectura, muy lejos de pensar que en aquel instante excitaba la cólera de la prendera.

Pues yo estuve dos días con un catarro, pero ya pasó. Siéntese usted, criatura, que me da pena verle en pie. Godofredo Llot, elegantemente vestido, y con el mismo rostro nacarado y candoroso de siempre, obedeció a la invitación y se sentó frente a la prendera. ¿Y cuándo es la boda? preguntó ésta después de algunas frases insignificantes. El hijo predilecto de la Iglesia sonrió lleno de confusión.

D. Pantaleón cambió con él una risueña mirada de inteligencia y quedó admirado de la gracia y penetración de su amigo. Los clérigos los miraban con sorpresa y desconfianza. Godofredo estaba inquieto, y se apresuró a distraer a los comensales con nueva conversación. El vino despierta siempre con viveza los sentimientos tiernos y las ideas metafísicas.

En cuanto el joven Corneta, dando pruebas de buen gusto, se acercó a ella y le hizo el honor de dirigirle algunas palabras galantes, ¡adiós Grass! ¡adiós Godofredo también! Aquellos lindos ojos maliciosos ya no tuvieron miradas sino para Corneta; aquella fresca boca movible sólo para él formó sonrisas. Timoteo observó esto con mezcla de dolor y satisfacción.

Los ojos místicos, el cutis nacarado y la inocencia de querubín de Godofredo Llot lograron lo que no pudieron el ingenio ático y los modales desenvueltos de los chicos del comercio que la festejaban a porfía en el café del Siglo. Estos jóvenes, por lo general, eran hombres de mundo.

Palabra del Dia

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