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Y cuando al fin llegó hasta sus oídos el bramido de saludo, se creyó recompensado de todos sus sinsabores y penalidades de hombre de honor. ¡Adiós, Goethe! ¡Adiós Nélida!... Tal vez la voz de ella se había unido a esta aclamación de despedida. Se enfrió el entusiasmo de la gente al enterarse de que los dos adversarios estaban sanos y enteros.

Deslizábase esta cortina río abajo y resurgía el Goethe a una niebla menos espesa, que transparentaba los perfiles lejanos como fluidas siluetas. Al poco tiempo, una nueva avalancha cegadora pasaba sobre el buque, y así iba avanzando éste, con rápidos tránsitos, de una obscuridad absoluta a una penumbra vaporosa y láctea.

Los versos dicen: Pido al cielo su estrella más brillante; Pido al suelo su dicha más completa; Y ni cercano amor, ni amor distante Mi conmovido corazón aquieta. Es verdad, dijo Poldy; los versos son muy semejantes a los de Goëthe, salvo que el poeta dice de mismo lo que dice Mefistófeles de Fausto.

Sobre el deslumbrante hechizo de todo nuevo sistema, desde Kant hasta Hegel, puso Goethe su alto espíritu crítico, su juicioso escepticismo un mal llamado sentido común, porque más bien era raro y exquisito, ciertas teorías leibnizianas, y un arraigado sentimiento religioso que jamás lo abandonó en época de tanta incredulidad, y de tanta fermentación y florecimiento de metafísicas nuevas.

Lo mejor del monumento es el pedestal, cuyos magníficos relieves representan las tres Musas de la poesía y las principales creaciones de Goethe: Fausto y Mefistófeles, Miñon y Guillermo Meister, Tasso, Ifigenia, Herman y Dorotea, Prometeo, etc.

"Goethe ha querido representar en este personage real y fantastico a un mismo tiempo, la mas amarga chanza que ha podido inspirar el desprecio, y no obstante tiene una alegria audaz que entretiene. En los discursos de Melistofeles hay una ironia infernal que se dirige a la creacion toda entera, y juzga al universo como un mal libro cuyo censor es el diablo.

Primeramente debe notarse que la nobleza y dignidad tragica no cesan nunca de caracterizar el estilo de lord Byron, mientras que Goethe ha introducido en la escena personages de la infima plebe, que se esplican en el innoble lenguaje de su estado y que parecen no representar su papel, sino para probar que el autor esta tan acostumbrado a las conversaciones bajas de los bodegones, como a las maneras elegantes de la corte; pero no puede juzgarse a Goethe segun los principios establecidos, porque ha afectado el escribir contra todas las reglas; "no se puede ir mas lejos en pensamientos atrevidos, y la memoria que queda de este escrito conserva siempre un poco de desvario."

La defensa que hacen algunos de Goethe en este punto, es peor que la acusación. Presupone una doctrina más absurda que la de aquellos que creen que para adelantar en ciertos oficios se necesitan terribles experimentos.

Estas construcciones, que recordaban por sus formas la originaria arquitectura portuguesa, adquirían un aspecto criollo con el adorno del cocotero, el banano y otras plantas tropicales formando bosques en torno de ellas. Una ciudad flotante pareció surgir del fondo de la bahía según avanzaba el Goethe, elevando sobre la inmensa copa azul las líneas obscuras de sus chimeneas, mástiles y cascos.

Poniendo, pues, á un lado y en salvo mi extraordinaria admiración por Göethe, voy á decir aquí algunas de estas rarezas. En primer lugar, me pasma y me enoja que el Dios de Göethe tenga el capricho, en su conversación con el diablo, de presentar á Fausto como un segundo Job, como un modelo de varón justo, aunque débil y sujeto á error como todo el que aspira.