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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Apenas había resonado el cañonazo, cuando el inmenso foco de luz en medio del cual apareciera el gitano, se extinguió como por ensalmo, y la obscuridad profunda que reemplazó a aquella claridad deslumbrante, hizo las tinieblas más espesas aún; ya no se distinguía nada, ni se oía nada.

El gitano se golpeó la frente y dio un silbido. ¡El hermano! dijo a un negro que se mostró a la entrada de la escotilla. El negro desapareció y volvió solo al cabo de un instante, haciendo un signo negativo con la cabeza. ¡Pues bien, izadle!

Entonces la gitana vieja contó brevemente la historia de Andrés Caballero, y que era hijo de don Francisco de Cárcamo, caballero del hábito de Santiago, y que se llamaba don Juan de Cárcamo, asimismo del mismo hábito, cuyos vestidos ella tenía cuando los mudó en los de gitano.

Y Alcaparrón reía como un mono, frotándose las manos al hablar del saqueo, halagado en sus atávicos instintos de raza. Un antiguo gañán de Matanzuela le recordó a su prima Mari-Cruz. Si eres hombre, Alcaparrón, esta noche podrás vengarte. Toma esta hoz y se la metes en el vientre al granuja de don Luis. El gitano rehusó la mortífera herramienta, huyendo del grupo para ocultar sus lágrimas.

¡Ave María purísima! compadeced al blasfemo dijeron los contrabandistas persignándose y estremeciéndose de horror. Muchos fervientes católicos hasta se buscaron sus cuchillos. El gitano, que no concebía la causa de este retraso, reiteró la señal con el cigarrillo encendido.

Dictó el gitano la filiación del bandido; cobró desde luego la suma ofrecida, y salió de la Capitanía general, dejando asombrados al Conde del Montijo y al sujeto, allí presente, que nos ha contado todos estos pormenores. Réstanos ahora saber si acertó ó no acertó Heredia al decir la buenaventura á Parrón.

Este ruido sacó al otro comensal de su ensimismamiento: era el gitano. ¡Francia, Blasillo! palabra ¡es un digno país! ¡País de hospitalidad! dijo Blasillo apurando un segundo vaso de champaña. El gitano miró, inclinó la cabeza hacia atrás recostándola sobre los cojines del diván, y soltó una carcajada. Y de la libertad continuó Blasillo en el mismo tono.

El Corregidor dijo a su mujer, y a su hija, y a la gitana vieja que aquel caso estuviese secreto hasta que él le descubriese; y asimismo dijo a la vieja que él la perdonaba el agravio que le había hecho en hurtarle el alma, pues la recompensa de habérsela vuelto mayores albricias merecía, y que sólo le pesaba de que sabiendo ella la calidad de Preciosa, la hubiese desposado con un gitano, y más con un ladrón y homicida.

Vaya, hijo mío, tranquilícese decía el buen anciano levantando a Blasillo. Este volvió en , miró a su alrededor, y se precipitó de nuevo en los brazos del gitano. ¡Cuánta caridad! decía el guardián ; va a herirse con las cadenas de ese bandido. El sacerdote se vio obligado a arrancarle de sus brazos casi sin conocimiento. Señor le dijo el gitano , quisiera volver a ver a usted mañana.

Una mañana que me encontró sola barriendo, me pidió conversación. Yo le di... con la escoba en la cabeza; pero otra me quedaba dentro, porque ¿sabe uté? Felipe me gustaba... nada más que por el aquel que tenía... Cantaba los tangos ¡que había que oírle! Le digo a uté que había que oírle. Bailaba panaderos como un gitano de la Macarena. ¡Y luego tan guasón! Nunca se sabía cuándo hablaba formal.

Palabra del Dia

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