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Actualizado: 28 de mayo de 2025


EL FRAILE. ¡Miserable!... ¡renegado!... ¡descreído! EL GITANO. Además, usted hace un honrado comercio con esas buenas gentes, porque les vende un poco demasiado caro sus bendiciones y sus exorcismos, que, aquí entre nosotros, no hacen la seda más fina ni el acero más flexible. EL FRAILE. ¡Hijo de Satanás! ¡infame condenado!

Pero cada vez era más grande su aborrecimiento y desprecio por el sistema alimenticio del país que le vió nacer. Después del potaje vinieron los puches de harina de maíz. Celso volvió á sonreir y á resoplar. ¡Rediós, farrapas! Y escupiendo por el colmillo al uso gitano les propuso que ya que tenían la desgracia de alimentarse con «tal basura» le echasen siquiera un poquito de azúcar y de canela.

Mire usted, mire usted decía el gitano , que para eso está.... Más limpio que la patena. Aquí no se engaña á nadie: todo natural. No se arreglan los animales, como hacen otros, que desfiguran un burro en un santiamén. Lo compré la semana pasada y ni me he cuidado de arreglarle esas cosillas que tiene en las piernas.

Usted me había dicho que en medio de esas rocas existía un paso oculto que daba a la costa, un paso que podía darnos el medio de salir de esta, ensenada que ya el mar va cubriendo... ¡Virgen santa! ¡por todas partes rocas cortadas a pico! exclamó el fraile desesperado, mirando por encima de su cabeza. ¡Por todas partes rocas cortadas a pico! repitió el gitano.

Pero yo la desoigo; quiero soñar, quiero inventarme bellas mentiras para mi consuelo. Tal vez en este vientecillo que nos roza la cara, hay algo de las manos suaves y temblorosas que me acariciaron por última vez antes de ir al presidio. El gitano había cesado de gemir, mirando a Salvatierra con sus ojos africanos, agrandados por el asombro.

Esto decía el joven imberbe que mandaba aquella tartana, sosia de la del gitano, perseguida con tanto encarnizamiento y desgracia por los dos guardacostas, mientras que el comandante desembarcaba el contrabando del convento de San Juan al pie de las rocas de la Torre...

Aquí las carcajadas del gitano fueron tan violentas que resonaron por encima del ruido de la tempestad eme mugía fuera, con gran confusión del pobre Blasillo, que le miraba con aire de disgusto y de estrañeza. El gitano lo advirtió. Perdón, Blasillo, perdón, hijo mío; pero tu ingenua admiración por ese dulce país de Francia, como le llaman, ¡me ha recordado tantas cosas!...

Ya está muerto dijo el gitano empujando el cadáver con el pie . De modo que, cargad de prisa vuestras mercancías, porque la marea sube y el cielo se cubre de nubes; y una vez que hayáis visto brillar allá arriba las carabinas de los aduaneros, tendréis que escoger entre el fuego y el agua, hijos míos.

UN HOMBRE. ¡Que le crucifiquen! ¡Que le quemen a fuego lento! EL GITANO. ¡Qué sol tan puro! ¡qué cielo tan hermoso! EL SACERDOTE. , hijo mío, piense usted en el cielo, en el cielo... EL GITANO. Ya hemos llegado; adiós, amigo mío; venga esa mano. Tome esta flor, es todo lo que tengo; guárdela. Adiós, mi buen amigo.

En hora buena dijo el gitano ; hablemos un poco, porque eres , mi buen amigo, el que vas a enviarme a la eternidad. ¡Hermosa profesión la tuya! haces lo que Dios no podría hacer: a una hora fija, en un punto dado, apagas una vida como se sopla una vela. Lo cierto es, hermano, que esto no dura mucho más respondió el verdugo sonriendo.

Palabra del Dia

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