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Actualizado: 28 de octubre de 2025


¡Estás loco! exclamó Maugirón; lo conoces porque vives entre toda esa gentuza, pero ¿cómo quieres que Tragomer sepa de tu agente de gorgoritos? Puede conocerlo por haberle visto en el círculo. Vino con frecuencia cuando se trató aquí de organizar un espectáculo como si hubiéramos querido hacer competencia á los Menus-Plaisirs.

Pues no te entiendo, Juana repuso Simón, disimulando el placer con que entraba a discutir aquel punto. Digo que esta casa es el paño de lágrimas de toda esa gentuza. Que un vecino no tiene que comer; pues aquí a empeñar la manta o el jergón. Que otro necesita un par de pesetas; aquí a vender el grano. Que otro quiere un empeño para allá arriba; aquí a buscar la carta tuya.

Sería triste haber pasado la vida ahorrando, para engordar a los jesuítas o a esas hermanas que no saben hablar en castellano. No quiero que mis dineros sufran la misma suerte que los del sacristán del adagio. Por esto, a los sinsabores de mi lucha con la gentuza enemiga se une el dolor que me causa el carácter débil de mi hija.

Cuídese, gentleman dijo con ansiedad ; desconfíe de todos; piense que pueden echarle veneno en sus alimentos. No coma sin que antes haya probado su comida esa gentuza que le rodea. El gigante acogió con una risa sonora la última recomendación. Era innecesaria.

Mirando al grupo idílico que en la escombrera formaban la anciana y el ciego, toda aquella gentuza empezó a vociferar. ¿Qué decían? No era fácil entenderlo desde arriba.

Y aún sufría más por mi empeño de que aquí no se conociese tu situación. ¡Un Luna, el hijo del señor Esteban, el antiguo jardinero de la Primada, con el que conversaban los canónigos y hasta los arzobispos... mezclado entre la gentuza infernal que quiere destruir el mundo...! Por esto, cuando Eusebio el Azul y otros chismosillos de la casa me preguntaban si podrías ser el Luna de que hablaban los periódicos, yo decía que mi hermano estaba en América y que me escribías de tarde en tarde, por andar ocupado en grandes negocios. ¡Ya ves qué dolor!

Bonifacio no comprendía; ni lo intentó apenas. ¿Qué le importaban a él las risas necias de aquella gentuza, que le habían comido el pan de su hijo, y que estaba dispuesto a arrojar de su casa? La comitiva se puso en movimiento. Emma había decretado, y no había más remedio que callar, que Sebastián fuese padrino y Marta madrina. Se habían dado órdenes para que la ceremonia fuese de primera clase.

¡Atrás canalla! gritaba defendiéndose el estafermo . Si le maté a él, haré lo mismo con vosotros, gentuza vengativa y desvergonzada. Y apaleado, pinchado, empujado, arrastrado, fue conducido hacia la puerta como en grotesco triunfo, hasta que condolidos de tanta crueldad, le cargaron a cuestas, llevándole procesionalmente a la ciudad.

Y ante la mirada acariciadora de su tía, que admiraba sus ardorosas palabras, continuó el fuerte discípulo de Deusto: Los míos no saben leer; no saben nada de libertad, derechos y demás zarandajas, y por esto son felices. Esa gentuza de las minas, que casi todos los domingos tiene sus mitins, vive desesperada y ansía bajar un día á Bilbao para robarnos, sin saber que la recibiremos á tiros.

Antes perdía su bodega que bajarse a aquella gentuza. ¡Irle con imposiciones a él, que era el padre de sus trabajadores, y cuidaba no sólo del sustento de su cuerpo, sino de la salud de su almo, libertándola del «grosero materialismoEs una «cuestión de principios» declaraba en su escritorio ante los empleados, que movían afirmativamente la cabeza aun antes de que él hablase.

Palabra del Dia

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