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Actualizado: 28 de julio de 2025


Entre la gentuza que vivía alrededor del gigante se mostraban de tarde en tarde algunos de estos seres pobremente vestidos, pero que ostentaban el mismo indumento de los hombres de clase superior, para indicar que no pertenecían al rebaño de los esclavos aprovechados como máquinas de fuerza.

La gentuza se acobardó ante los cadalsos erigidos en la plaza de la Cárcel. Pero esto no era bastante. Convenía una sangría suelta para quitar fuerzas a la bestia rebelde. De mandar él, ya estarían en presidio los mangoneadores de todas las sociedades obreras del campo que traían revuelta a la ciudad.

¡Justicia era mejor! le contestaron muchas voces. ¡Catalana hay que hacerla en este pueblo! añadieron otras. ¡Orrrrdeeeen! ¡Afuera esa gentuza! gritaron otra vez los propietarios. ¡Abajo la comisión! ¡Y los que quieran engordar a la sombra de ella! ¡Vivan los pobres honrados! ¡Viva el duque de la Victoria! volvió a gritar el zapatero. ¡Orrrdeeen! ¡Canalla! ¡Ladrones!

Yo decía el borracho con orgullo he ayudado a detener a más de una docena. Además, he repartido no cuántas bofetadas entre esa gentuza, que, luego de acorralada, aún hablaba mal de las personas decentes... ¡Buena tunda van a llevar!... ¡Viva la guardia civil! ¡Vivan los ricos! Y como si estas aclamaciones le secasen el gaznate, hizo una seña al Chivo, que acudió, presentando dos cañas de vino.

Los protegidos de Goicochea hablaban de la necesidad de «velar por los intereses de la casa», y al mismo tiempo, de meter en un puño á aquella gentuza, cada vez más exigente y respondona. Pero Sanabre estaba allí y servía de intermediario y pacificador. ¿Qué le importaban á un potentado como Sánchez Morueta algunas pesetas menos?

Que los ladrones no eran gentuza de poco más o menos, lo reconocía el mismo virrey, quien, conversando una tarde con los oficiales de guardia que lo acompañaban a la mesa, dijo con su acento de catalán cerrado. ¡Muchi diablus de latrons! En efecto, excelentísimo señor le repuso el alférez don Juan Francisco Pulido . Hay que convenir en que roban pulidamente.

Y todos a la vez, como si repentinamente perdiesen la memoria, anatematizaban con gran severidad los vicios de los trabajadores. ¿Qué podía esperarse de una gentuza sin otra ilusión en su vida que la de beber?... Decía bien Dupont. ¡Borrachos! ¡Gente abyecta que perpetuaba la miseria de su condición, violando a las hembras como si fuesen animales!...

Y aquí ahogó de nuevo el llanto la voz de Currita, prosiguiendo a poco entre sollozos: ¡Qué ultraje, Butrón, qué vergüenza!... ¡Creí morirme de sentimiento!... ¡Al padre de mis hijos debo esta ofensa!... Bien se lo he dicho mil veces: tu condescendencia con esa gentuza nos va a perder, Fernandito... Pero ¿viste esa carta? exclamó Robinsón estupefacto.

Y esta dicha mezquina me la turba esa gentuza con sus calumnias... ¡Hay para matarlos! Dominado por el grato recuerdo de la primavera que había florecido en sus primeros años de obispo, allá en una diócesis andaluza, repetía a Tomasa, una vez más, sus relaciones con cierta dama devota que sentía desde la niñez horror al mundo.

Ido les conocía, porque vivían en su patio, siempre que no eran inquilinos de los del Saladero, y no gustaba de tratarse con semejante gentuza. De buena gana les habría dado una puntera en salva la parte; pero no se atrevía.

Palabra del Dia

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