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Actualizado: 9 de junio de 2025
Feli sentía curiosidad por conocer un matrimonio entre gitanos. Había oído cosas estupendas. Cogemos un cántaro dijo riendo una compañera de la Teodora , lo echamos por alto, se rompe, y ya están casados. ¡Gaya, malage!... exclamó la vieja . No le tomes er pelo a la señorita.
El gaucho argentino no bebe si la música y los versos no lo excitan , y cada pulpería tiene su guitarra para poner en manos del cantor, a quien el grupo de caballos estacionados en la puerta anuncia a lo lejos dónde se necesita el concurso de su gaya ciencia. El cantor mezcla entre sus cantos heroicos la relación de sus propias hazañas.
Entre los protegidos así lo fué el trovador Giraut Riquer de Narbona, que se propuso restaurar la gaya ciencia, caída ya en desprecio en muchos lugares, atribuyendo la causa de este mal á la indecorosa costumbre, admitida en su tiempo, de llamar juglares á todos los poetas sin hacer distinción entre ellos, y confundiendo bajo esa denominación á los más notables con groseros mímicos y farsantes.
Encontrábase en la calle, por ejemplo, con Trifón Cármenes, el poeta de más alientos de Vetusta, el eterno vencedor en las justas incruentas, de la gaya ciencia; le llamaba con un dedo, acercaba su corva nariz a la ancha oreja del vate y decíale: He visto aquello.... No está mal; pero no hay que olvidar lo de versate manu. ¡Los clásicos, Trifoncillo, los clásicos sobre todo! ¿Dónde hay sencillez como aquella: Yo he visto un pajarillo posarse en un tomillo?
Véanse los párrafos sobre la Gaya ciencia, del marqués de Santillana, que trae Mayans en sus Orígenes de la lengua española. Díez, L. u. W. d. T., S. 44 y 133. P. d. Díez, P. d. T., S. 333 y siguientes.
Vibrará su cristal una voz de mujer como un ¡ay! de pasión o un suspiro de Abril, y el poeta alzará, fresca, gaya y gentil, su canción al amor, a la vida, al placer, y entre todos harán un edén del pensil.
Y hoy que en los aires la tormenta zumba, ¡no salga ni un quejido de su tumba al verte, oh pueblo, nuevamente ilota! 30 Diciembre 1898. Patriota: en los tiempos de ingratos estudios y audaces locuras, y dulces visiones de rostros fugaces con rezos y risas en labios de ingenuo carmín, hermético fuiste al amor y su gaya conquista.
Tiene cuatro altares laterales con lienzos; tiene uno central con cuatro columnas jónicas; tiene una imagen; tiene ramos enhiestos; tiene velas blancas; tiene velas verdes. En la sacristía cuelga un diminuto espejo con marco de talladas hojas de roble, y un aguamanil blanco rameado de azul pone en la pared su nota gaya.
Y Fernando dió una larga chupada a su cigarro, lanzó el humo leve al techo artesonado del saloncito y se quedó mudo y sonriente, como en la grata contemplación de una gaya imagen.
La poesía le parecía muy respetable, y sabía de memoria muchos versos; pero las dificultades del consonante siempre le habían retraído del cultivo de las musas; despreciaba, porque su sinceridad de hombre de sentimiento y de convicciones no le permitían otra cosa, despreciaba los ripios y hasta los consonantes fáciles; y así, las pocas veces que había ensayado la gaya ciencia, se había ido derecho al peligro, a la rima difícil; y hasta recordaba que la última vez que había arrojado la pluma con el propósito de no insistir en versificar, había sido con motivo de querer escribir un soneto a un señor Menéndez, que había fundado una obra pía.
Palabra del Dia
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